La novela de la dictadura

La literatura, mediante la ficción basada en hechos históricos, puede alertar a la sociedad sobre lo que no está funcionando bien o lo que podría mejorar.

La literatura, a través de la imaginación y la creación ficcional basada en hechos históricos, es capaz de alertar a la sociedad acerca de lo que no está funcionando bien o lo que podría marchar mejor.

Francisco Zarco consideraba que la literatura tenía como objeto la responsabilidad moral con la sociedad, y que la política no es un terreno extraño a la literatura, por lo que un escritor debe —con su pluma— dilucidar las cuestiones más graves.

Al respecto, algunos géneros literarios, como la novela y el cuento, no solo son esparcimiento y aliciente para la imaginación, sino también importantes fuentes de conocimiento y de análisis del contexto sociopolítico. La novela de la dictadura es un claro ejemplo de ello.

Cabe decir que a nuestros pueblos de Latinoamérica los han acechado siempre las sombras de los liderazgos opresores. Como si se tratara de un mal congénito, en las células de la política han florecido gobernantes despóticos que en el discurso ensalzan la democracia y en la acción recurren al ominoso control.

Muchos escritores han roto el círculo del silencio y retratado novelescos episodios de los duros momentos que han vivido algunos países. Este rol lo podemos identificar desde "Facundo" del argentino Domingo Faustino Sarmiento, obra publicada en 1845 con una gran diversidad de recursos narrativos, en la que se advierte una crítica indirecta al gobierno del caudillo Juan Manuel de Rosas, junto con la figura de otro caudillo, Facundo Quiroga, a la postre considerado el responsable principal de la guerra intestina que desangró a las tierras del sur de América.

Icónica es también la novela "Yo, el supremo" (1974), de Augusto Roa Bastos, considerada su obra maestra y una de las propuestas fundamentales del panorama narrativo hispanoamericano, en cuyas páginas se recrea la figura del dictador José Gaspar Rodríguez Francia, quien gobernó Paraguay con mano de hierro entre 1814 y 1840. 

De los libros que en esta temática han cobrado renombre me referiré a continuación a tres más, escritos por ganadores del premio Nobel de Literatura: el guatemalteco Miguel Ángel Asturias escribió una novela titulada "El señor Presidente", inspirada en Manuel José Estrada Cabrera, gobernante de Guatemala de 1898 a 1920. 

El colombiano Gabriel García Márquez publicó "El otoño del patriarca", una auténtica fábula sobre la sociedad del poder que recrea el prototipo de las dictaduras latinoamericanas del siglo XX.  Y el Peruano Mario Vargas Llosa escribió "La fiesta del chivo", recreada en República Dominicana, y cuyo argumento gira en torno al asesinato del dictador Rafael Trujillo.

Si nos ponemos a escudriñar en las historias plasmadas en estas obras, encontraremos que sus autores dejan asomar una especie de características comunes de la dictadura. De entrada, me parece que el espíritu dictatorial va creciendo poco a poco, es decir, tiene grados. En el primer nivel, los dictadores que Asturias, García Márquez y Vargas Llosa abordan, se oponen a las ideas ilustradas del progreso, buscan afanosamente arrebatar la atención de todos, son propensos al paternalismo para fortalecer su capacidad de liderazgo, son poco tolerantes a la controversia, restringen la libertad de prensa y manipulan a sus seguidores con el afán de ejercer un poder absoluto durante largo tiempo.

No es por asustar, pero estos modelos dictatoriales que creíamos propios de los siglos XIX y XX aún perviven en esta región del mundo. Por ello, la novela de la dictadura sentó el precedente de lo que hoy se escribe sobre algunas de las figuras políticas más controversiales.

Lo cierto es que el tema no debe tratarse con frivolidad ni afanes propagandísticos; pero tampoco debemos perder de vista aquellos signos que pueden alertarnos sobre el desvío de los verdaderos fines de la política: el servicio a favor del bien común.

VENEZUELA, EN EL CAMINO

La violencia desatada en Venezuela por la inconformidad del triunfo de Nicolás Maduro que le abre la puerta para gobernar hasta el año 2031, en opinión de muchos gracias a un grotesco desaseo electoral, ofrece argumentos suficientes para una novela. 

Esta historia de agravios a la democracia que hace imperar el desaliento social, me dio pauta para escribir hace algunos años los siguientes versos que, desafortunadamente, se mantienen vigentes:

La patria esplendorosa y tenaz / languidece de dolor y olvido / sufre la opresión de un vástago / obnubilado por el poder impío.

Desde la cordillera de los Andes se oye / el lamento de un pueblo malogrado, / el grito de auxilio y salvaguarda / de los derechos humanos pisoteados.

La afrenta entre hermanos predice / una historia de combates cruentos / la Venezuela de Bolívar yace / embargada por el odio y desaliento.

El llanto nutre al Orinoco / y su afluente inunda los sentidos, / y las preguntas retumban como eco: / ¿Qué es de ti, Venezuela? ¿A dónde te has ido?