El Partido Revolucionario Institucional está a nada de su casi extinción respecto de aquel que hasta 1989 contuvo el monopolio geopolítico del país; a saber, los 31 estados del pacto federado y la Ciudad de México; casi la totalidad de los 2 mil 446 municipios y las 16 alcaldías capitalinas, además de los Congresos, el de la Unión y los Locales. ¿Quién hubiera pensado que la «dictadura perfecta» prolongada por 71 años al cabo de estos días acabara como satélite de Acción Nacional al que combatió?
En la proximidad del 4 de marzo de 2022 cuando cumpla 93 años de vigencia desde que emergió como Partido Nacional Revolucionario, queda en tela de juicio si llegue aún a pervivir en el centenario, cuando gran parte de sus cuadros militantes y simpatizantes optaron por migrar hacia Morena, el movimiento, y de quienes quedan de a poco igual se integran al régimen de la «Cuarta Transformación».
Celebradas las elecciones del 6 de junio de 2021, la voluntad popular de los mexicanos que renovó cargos de gobernabilidad locales y federales en la alternancia optó por no renovarle las 8 gubernaturas que tuvo hasta entonces en sus alforjas, quedándose con 70 diputaciones federales y 171 locales, así como 400 municipalidades y/o alcaldías.
Para el próximo 2022 perdería Oaxaca e Hidalgo a manos del movimiento emergente, quedándole sólo hasta 2023 el Estado de México y Coahuila como únicos bastiones en los que ha sido hegemónico, en vías igual de perder ante el voraz avance de Morena sólo conserva 3 legislaturas, además de quedarse con Michoacán, la única entidad que le quedaba al PRD y al PAN también le está venciendo.
El resurgimiento que se pensó tener a partir del efímero regreso con un cuestionado Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la República, quien se afianzó inmediatamente de la toma de posesión, al firmar el siguiente 2 diciembre 2012 el «Pacto por México» con Acción Nacional y el Partido de la Revolución Democrática, un acuerdo político, económico y social que pretendió impulsar el crecimiento, construir una sociedad de derechos, eliminar prácticas clientelares y disminuir la pobreza y la desigualdad social.
Aunque el karma de la corrupción e impunidad de aquellos 71años le ahogó en el discurrir del sexenio sin que se concretaran nada de lo comprometido sobre un país próspero. Por lo contrario en el lapso de este efímero sexenio priista concluyó lastimosamente el 30 de noviembre de 2018 con el repudio por 8 de cada 10 mexicanos, en medio de una marcada crisis en todos los ámbitos.
Sin argumentos ni cuadro militantes que le permitiera la garantía para sostenerse en el mando Presidencial, el que fuera aquel «partidazo» con Enrique Peña Nieto también cabeza del Consejo Político Nacional decidió en la XXI Asamblea de agosto de 2017 desaparecer los candados de militancia y el trabajo de cuadro para dar cabida a un externo en la persona de José Antonio Meade Kuribeña, quien no pudo salvarle de un estrepitoso tercer lugar predecible, aun con sus coaligados de Nueva Alianza y Verde Ecologista.
Un partido político en el que esa élite que mandó sólo vio mezquinamente por sus intereses, perdiendo de vista que aquel, a quien combatieron desde 1988 cuando el Frente Democrático Nacional emergido de su natal Tabasco, en la terquedad de su tercera candidatura en la elección para Presidencia de la República esta vez sí se alzaría con la victoria, habiendo sumado al colectivo social del que olvidaron, excepto cuando requerían del voto.
Clausurada su reciente XXII Asamblea Nacional, el PRI se redefinió como un partido social demócrata de centro izquierda. Sin embargo, una inmediata encuesta en redes sociales el 64.3 por ciento no le cree. Además su líder Alejandro Moreno quien declaró su aspiración para el 2024 no figura cuando se sus respectivos frentes puntean Marcelo Ebrard, Ricardo Anaya, Miguel ángel Osorio Chong y Luis Donaldo Colosio Riojas.
Bitácora
Los «políticos» no se crean ni se destruyen, sólo cambien de color según los tiempos y circunstancias. Son nada sin el mando público.
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