Más allá de ideologías, es conveniente reiterar la importancia de vacunarse. No han faltado, desde hace algún tiempo, quienes no solamente son reacios a hacerlo, sino que promueven una campaña en contra de las vacunas en general. Algunos de sus argumentos son francamente absurdos y rayan en la fantasía. Así, por ejemplo, la idea que se ha propagado sobre una supuesta inoculación de micro chips para ejercer una perversa dominación mental. Es risible imaginarse a quien prefiera el enorme costo de desarrollar una tecnología de ciencia ficción, en vez de ejercer influencia por los baratos y conocidos medios de la propaganda y la publicidad. Pero esa es otra historia.
Más allá de ello, hay quienes aseguran que una vacuna en contra de un coronavirus como el que nos aqueja es poco más que un esfuerzo inútil y que nunca, en realidad, se han podido desarrollar preventivos efectivos para este tipo de males. Los especialistas nos cuentan que esto no es del todo preciso. Lo que ocurre es que, normalmente, una vacuna se desarrolla con capacidad para inmunizar frente a alguna o algunas cepas conocidas del virus, pero éste suele mutar y nuevas cepas pueden aparecer.
Ello, sin embargo, no significa que el esfuerzo de vacunación sea inútil. De inicio, se logra la contención de la propagación de las cepas del virus contra las que sí es efectiva la vacuna. Ello reduce, en buena proporción, la tasa de contagios y, lo más importante, de hospitalizaciones y de muertes. Por otro lado, ante la aparición de nuevas cepas siempre es posible continuar con el mejoramiento de la vacuna o el desarrollo de nuevos compuestos. Así ocurre, por ejemplo, con la vacuna contra la influenza cuya aplicación, por esa razón, se promueve cada año.
Dicen, además, los especialistas, que suele ser probable que los virus muten hacia cepas cada vez menos agresivas. Por simple selección natural, explican, suelen prevalecer las variaciones del virus que no matan al huésped que necesitan para subsistir.
A estas alturas, los científicos dicen ser optimistas sobre la capacidad de las vacunas disponibles contra el SARS-COV-2 para contener la propagación de la mayoría de las mutaciones que se han identificado. Eso implicaría que el esfuerzo de vacunación, si se realiza de manera amplia, sería capaz de reducir los niveles de contagio.
Por otro lado, existen temores sobre la calidad de las vacunas contra el Covid-19, derivados de la brevedad y urgencia con las que fueron desarrolladas. Lo sensato, primero, es dar un voto de confianza a la comunidad científica mundial, que las desarrollaron con rapidez, pero dentro del marco de protocolos internacionales que, si bien, son de emergencia, no dejan de ser protocolos de seguridad para el uso del producto desarrollado. Pero, además, cabe destacar que, cuando, a nivel mundial, ya se han aplicado vacunas a más personas que las que, aparentemente, se han contagiado, la tasa de casos con reacciones graves a las mismas parece ser verdaderamente baja y no sabemos con certeza, aún, de nadie que haya fallecido directamente por la aplicación de una vacuna. Tan solo ese dato dejaría en claro que es menos riesgoso vacunarse que contagiarse de Covid.
Lograr una amplia vacunación entre la población permitirá contener el número de contagios y reducir la cantidad de pacientes graves hasta un punto que sea manejable para los muy estresados sistemas de salud. Pero, además, permitirá no solamente retomar con plenitud las actividades cotidianas, sino recuperar la confianza necesaria para la reactivación económica en el corto y largo plazo. Y, lo más importante, disminuirá la cantidad de muertes provocadas por este mal.
Por ello, es importante vacunarse. Como importante será que el gobierno garantice la disponibilidad y acceso de toda la población a la inmunización. Y por ello, también, es fundamental no politizar la vacuna.