En la reciente discusión entre los presidentes de México y de Argentina sobresale la defensa de sus respectivos modelos socioeconómicos. Ambos fueron electos democráticamente, y se conducen como demócratas. Sin embargo, sus políticas representan dos filosofías, tanto de política como de economía, diametralmente opuestas. En el presente artículo, divido en tres partes, voy a tratar de resumir los modelos socioeconómicos que dan luz a las respectivas políticas de México y Argentina que están centradas en dos maneras distintas de tratar de promover la economía.
En el primer caso, se trata de entregar la máxima cantidad de recursos nacionales a la parte predominante del pueblo bajo el razonamiento (democrático) que esos recursos son del Pueblo, y que éste sabe muy bien cómo aprovecharlos en beneficio propio sin la tutela de otros (FMI, Banco Mundial, Calificadores Financieros, New York Times y sus accionistas, Doctores en Economía, etc.). La política socioeconómica resultante busca la manera más eficiente de mejorar el Nivel de Vida del pueblo en su totalidad, desde luego poniendo mayor atención en los grupos más rezagados históricamente. La Teoría Económica establece que los rendimientos serán mayores en donde la Inversión previa haya sido menor, otras cosas siendo iguales. Simplemente dicho: $10,000 invertidos en una comunidad pobre rendiría más que en una rica.
En el caso de la comunidad pobre, esos $10,000 rebotarían varias veces entre sus (mil) habitantes por la naturaleza cerrada de su economía. Cálculos de distinguidos economistas nacionales nos dan multiplicadores de hasta 8 en estos casos, un multiplicador que es 4 veces "lo normal", dando a inversiones en comunidades pobres una tasa de rendimiento que otras localidades más "desarrolladas" no tienen. Es decir, esos $10,000 se convertirían en $80,000 mediante el consumo casi completo de todo el Ingreso de cada quien favorecido con el paso del dinero en la comunidad. Tal vez, hacen una fiesta popular, con tacos y limonada o naranjada o tepache para todos los invitados. Adquieren sus tortillas del maíz de la comunidad, todo hecho a mano con mucho empleo productivo, posiblemente sacrifican una res, también de la comunidad, los limones y naranjas y tepache se adquieren también en la comunidad; los músicos podrían también ser parte de la comunidad o aquella vecina. En fin, hay mucha felicidad y también mucha economía.
Ahora, depositemos el mismo monto en un sitio en donde congregan los ricos, y el receptor también opta por un evento social con comida, bebidas y música en un restaurante del lugar. Pero los precios son tales que solo aguantan a 4 comensales. La comida preferida es de origen europea con los recursos siendo transferidos allá mediante el chef. Los vinos y licores también provienen del viejo Continente. El impacto sobre la economía de ese sitio (y, más importante, en la nacional) es mínimo, con un multiplicador de menos de uno. Hay felicidad para menos gente, y también menores beneficios económicos.
Lo que es cierto de la Inversión en una fiesta también se aplica al resto: carreteras, hospitales, escuelas, etc. En varios estados nuestros es posible viajar de una ciudad a otra por dos o más vías, mientras que en otros estados no existe una sola vía eficiente para hacer un viaje semejante. Si se sigue invirtiendo en donde ya hay dos o más vías de comunicación y no en donde no hay una sola vía, o esa vía está en condiciones deplorables, tendremos un impacto pobre sobre la economía nacional, aunque el estado receptor de la inversión se beneficiaría en algo. De la misma manera, este primer modelo socioeconómico descansa en la alta productividad resultante de la mejoría de los más rezagados. El País eroga menos en un gasto social obligatorio (no puede dejarse morir a la gente) y más en un gasto social productivo (que se vayan cuidándose ellos mismos y pasando a la columna de los Activos del País).
Pero, este modelo tiene un requerimiento político específico: que una parte de los grupos más avanzados y de mayores recursos económicos entienda que al mejorarse el país, ellos también son grandes beneficiarios. De hecho, en las revoluciones violentas, ellos son los primeros perjudicados por el encono destapado tras décadas de ser suprimido por los organizadores del segundo modelo. Atender a las causas básicas de cualquiera revolución (gobiernos alejados de las demandas populares, desigualdades grandes, y una pobreza extrema de una parte considerable de la población) tiene un costo, no viene gratis la atención a los pobres. Los inteligentes de esta parte pudiente de la población reconocen el peligro para ellos mismos de sumir la mayoría de la población en pobreza sin salidas evidentes. El proveerla de las escaleras que permiten un avance socioeconómico mejora en mucho a la Nación y también a la economía, y. más que nada, la vida de los grupos de altos ingresos.
Tomemos el caso de un viaje familiar al exterior. Si fuera un sexenio como el pasado, este grupo de personas estarían pagando en pesos un 50% más que al principio del sexenio. Pero con la política económica popular seguida en la administración de López Obrador pagarían 15% menos. Así, si el presupuesto del viaje familiar al exterior ascendía a $200,000 hace cinco años, ellos hubieran pagado actualmente, con las políticas del sexenio pasado, $300,000. Pero, gracias al buen gobierno (incluidos los pobres y todo), pagarían solo $170,000. López Obrador metió en la cartera familiar $130,000 que no habían soñado de recibir de la Nación por sus buenas políticas. Tal vez, ni siquiera lo notan.
Nota del editor: Esta colaboración, por su importancia y extensión, la hemos dividido en tres partes; en la segunda, se verán los elementos principales del segundo modelo (el de Javier Milei, opuesto al que está vigente en la administración de López Obrador. Finalmente, en la tercera parte, las conclusiones para ambos modelos.(El autor es Doctor en Economía, especialista en planeación y finanzas, colaborador de PRESENTE)