Resulta penoso ver que en el ocaso de un gobierno más, algunos funcionarios públicos, no los políticos, se cuestionen no haber entendido cuál era la verdadera función a desempeñar en su encargo. Fenómeno nada nuevo, pero que hemos vivido con mayor énfasis en las tres últimas administraciones del gobierno estatal. Sucede que en mucha de las veces activistas que se adjuntan a connotados líderes con aspiraciones políticas en los partidos, al término de las contiendas electorales junto con amistades y compadrazgos son gratificados con encargos.
Esto ha dado como resultado que cuando se encaminan a la recta final del encargo, siendo honesto consigo mismo, se cuestionen sobre los resultados obtenidos, ya que durante la gestión se comportaron como párvulos a espera de que se le asignaran tareas, porque la carencia de experiencia en la administración pública no les permitió definir e instrumentar acciones que hicieran conseguirse los compromisos enmarcados en el Plan Estatal de Desarrollo o programas sectoriales, donde se definen objetivos del gobierno, metas e indicadores a cumplirse.
Algunos de ellos son tan despistados que no perciben que, en planeación, los programas de trabajo cuentan con etapas de seguimiento, evaluación, control de metas y corrección; la concepción ideológica e ideal propuesto en el Plan de Desarrollo no cambia, se corrigen las estrategias o metas, se avanza en el proceso de aspiraciones sociales y transformación del modelo, donde la ciudadanía juega un papel fundamental para el impulso del desarrollo político en el país.
En esta ocasión, el cambio de un modelo de gobierno de privilegios a uno humanista, democrático, donde el punto principal es el de impulsar a los pobres por el bien de todos, es claro ejemplo de un modelo novedoso de desarrollo político puesto en marcha por la cuarta transformación. Aunque la oposición lo desaprueba, para la población es una forma nueva de percibir al gobierno que se traduce en mejoras de vida, en empleo, en salarios, mayores oportunidades, educación, salud, en que las riquezas del país no se entreguen al extranjero o se reparta entre unos cuantos.
La primera piedra se ha colocado ya en el suelo mexicano. Esta pieza solo es el inicio de la transformación real, el desarrollo político se conseguirá cuando haya mejores instituciones políticas, se sume al gobierno una mayor participación ciudadana, haya una verdadera búsqueda de soluciones a los problemas sociales como los que ya ha puesto en marcha Javier May Rodríguez, con leyes e instituciones más justas, un poder jurídico inclusivo, sistemas de gobiernos eficaces y una población más empoderada.
Que se brinde a los jóvenes y a la población en general el aporte de sus ideas en: concursos de ensayo político, oratoria, parlamentos juveniles, concursos de contenido en las redes sociales donde se resalte el cambio de la cuarta transformación, y el impulso en la constitución de organizaciones de la sociedad civil, entre muchas más.
Hay que impulsar, pues, la participación de todos y en todo.