En todo el mundo las embajadas y consulados son considerados posesiones extraterritoriales de los países que representan, y en todo el mundo, aún en las peores dictaduras, respetan su inmunidad diplomática establecida en la Convención de Viena, firmada el 23 de abril de 1963 por mandato de las Naciones Unidas que estableció la Conferencia sobre Relaciones e Inmunidades Diplomáticas, firmada por México y Ecuador, y que cualquier controversia la somete a la Corte Internacional de Justicia, de La Haya. La intromisión en una Embajada, se considera pues como una invasión al país que representa.
Pero además existe la Convención sobre el asilo, también firmada por México y Ecuador, el 28 de marzo de 1954, que refuerza esta inmunidad, y que establece claramente que corresponde al Estado asilante la calificación del delito del perseguido y que una vez otorgado el asilo, el Estado territorial está obligado a conceder el salvoconducto correspondiente para que el asilado pueda salir con seguridad al país asilante.
Pero en este caso, Ecuador, a más de declarar persona no grata a nuestra Embajadora, una prestigiada diplomática de carrera, irrumpe con lujo de fuerza nuestra Embajada, que equivale a invadir nuestro país, cometen el delito de secuestrar al asilado y agreden físicamente y humillan al personal diplomático mexicano. Son múltiples pues, las ofensas a nuestro México.
Es apropiada pues, la ruptura de relaciones con Ecuador, que hace nuestra Cancillería, ocupada ya en el rescate y repatriación segura de nuestro personal diplomático en Quito.
La condena ha sido unánime. Hasta la Argentina neoliberal y enemiga de AMLO de Javier Milei condena esta barbarie. Pero desgraciadamente hay mexicanos, con el odio a AMLO tatuado en la frente, que consciente o inconscientemente tratan de justificar esta agresión a México. Al odiar, se toman un veneno, pensando que con ello matan a AMLO. Quieren que a toda costa le vaya mal a AMLO, aún cuando con ello le vaya mal a México y por tanto a ellos mismos también les vaya mal.