La 4t: hacer preguntas difíciles y responder con honestidad

Morena asumió el poder con la promesa de acabar con la corrupción.

Uno de los propósitos declarados de la Cuarta Transformación es acabar con la corrupción. Lo ha sido desde antes que Morena llegara al poder, desde que el movimiento todavía no era ese partido, sino otro. El PRD se extinguió como partido político nacional sin haber alcanzado oficialmente la presidencia de la República, pero el movimiento consiguió hacerse con ella a través de Morena, primero con Andrés Manuel López Obrador, ahora con Claudia Sheinbaum.

Ríos de tinta corren sobre la presidenta. Con plena justificación. Resulta que es mujer en un país donde a muchos les produce escozor siquera decir o escribir "presidenta", pero dejando a un lado lo que haya que decir sobre el hecho histórico de tener una mujer liderando un país muy machista, o lo que personas mejor formadas e informadas tengan que decir sobre su persona, hay que hablar de si el movimiento, Morena, la Cuarta Transformación, han cumplido su mayor premisa.

¿Se acabó o sigue habiendo corrupción? Para responder correctamente habría que definir qué es cómo se puede medir. De lo contrario, se puede tomar la salida fácil -que es la que se acostumbra-: respondemos que por supuesto que sí o por supuesto que no en función decir estamos a favor o no de la 4T. Una respuesta más seria ha de ser menos sencilla. Requiere parámetros más objetivos.

Más que llanamente responder sí o no, debemos tener parámetros para saber qué medir y ponderar cómo esos datos pueden interpretarse para tener una respuesta. Si la economía es difícil de interpretar, con sus números tan contundentes, la corrupción que por definición es como el moho que prolifera mejor en los rincones más ocultos, la situación puede ser mucho más engañosa.

Si se cerrara el debate en el puro señalamiento de que la corrupción continúa, se puede incurrir en el error de concluir que nada ha cambiado, que seguimos igual que antes (ese amplio y vago antes que se adjetiva como neoliberal cuando muchas veces solo quiere decir panista o priista). Es forzoso reconocer que ha habido cambios, debatir si son tan profundos como para considerarse estructurales, en todo caso, ponderar que si hay corrupción se da ahora en otras las áreas, con otras personas, aunque quizá usando las mismas formas.

Si sostenemos que no hay más corrupción, admitiríamos que nada hay por mejorar. Sin embargo, la realidad objetiva es que el país en qué vivimos dista mucho de los ideales que la ciudadanía ha favorecido con su voto popular en las urnas. Por eso es necesario hacer una evaluación de los resultados. Tal vez no tenemos las mejores herramientas para hacerlo. Es un buen punto para comenzar. ¿Qué se entiende por corrupción? La Constitución señala lo que abarca el imaginario del ciudadano: enriquecimiento ilícito, ejercicio abusivo de funciones, uso de programas sociales con fines electorales.

Los códigos penales son mucho más específicos en los delitos contra el erario o el servicio público: el incumplimiento, abuso o ejercicio indebido de las funciones, coalición entre servidores públicos para contrariar la ley, tráfico de influencias, cohecho, peculado, entre otros que sólo se refieren a los servidores públicos, falta mencionar la responsabilidad por parte de los particulares.

Una perspectiva más general sería pensar que corrupción es todo aquello que propicie hechos o situaciones que se alejan del cumplimiento de la ley, de sus objetivos. Puede ser más o menos claro, pero también difícil de medir. La corrupción deja de ser un hecho siempre orientado a tener un beneficio económico o material para ser una omisión o error por ignorancia, falta de conocimiento e incapacidad. Hay quienes así sostienen que el mero hecho de que asuma una persona a un cargo para el que no cubre el perfil es también corrupción.

Tenemos un Sistema Nacional Anticorrupción que tanto tiempo y dinero ha costado empezar a construir ha fallado en su tarea de definir con claridad una política anticorrupción, en tener listos esos indicadores objetivos. La tarea inició antes de la llegada de la 4T pero, a pesar de la coincidencia discursiva e ideológica, parece que se ha abandonado. ¿Alejarse de esa ley y sus propósitos no sería incurrir en esa corrupción entendida en sentido más amplio?

Si la Cuarta Transformación es concreción de un amplio movimiento social que aspira a transformar la realidad, ha de hacerlo, sí, para consolidarse como régimen, pero más allá, ha de consolidarse como régimen verificando que se cumplan sus propias premisas. Hay que empezar por hacerse preguntas difíciles y responder con honestidad. Tal vez así iremos poco a poco acercándonos al México que aspiramos ser.