Estar por la transformación de México y, por tanto, con Andrés Manuel López Obrador y con Claudia Sheinbaum, a quien éste le ha transferido ya la conducción del movimiento y le pasará, el año próximo, la banda presidencial, no admite, en estos momentos de definición y ante esta encrucijada histórica en la que nos encontramos, titubeos de ningún tipo.
Quien anteponga sus ambiciones personales al interés superior de la nación, pretenda imponerse a toda costa, dude o regateé su apoyo al Presidente y al movimiento, traicionará la causa que abrazan y defienden millones de mexicanas y mexicanos.
En 2024 solo habrá espacio para que se enfrenten y se jueguen la vida —en las urnas— dos proyectos políticos antagónicos.
Con nuestros votos deberemos decidir si queremos que continúe, se consolide y se profundice el legado de AMLO con el sello propio que le imprima Claudia o, si por el contrario, estamos a favor de ponerle punto final al proceso de transformación y apostamos por la restauración del viejo régimen.
No nos engañemos.
No existe, en este momento, una tercera vía. Quien esto sostenga, miente.
No hay, hoy por hoy, otro "camino para México"; o se avanza en esta revolución pacífica, democrática, radical y que se produce en libertad por la que tanto se ha luchado, o se retrocede y se restaura ese viejo México autoritario sometido a los designios de una oligarquía rapaz que, de volver, lo haría, además, rabiosa y sedienta de venganza.
No ganará, estoy seguro, la derecha conservadora la elección presidencial.
Solo una minoría de fanáticos o incautos puede creer que la candidata de la oligarquía, la abanderada del viejo y corrupto PRI, la "mujer de izquierda" postulada por un partido de derecha como el PAN, es una "candidata ciudadana".
Pese a sus alardes y desplantes, Xóchitl Gálvez —no le alcanzan los votos— no será nunca presidenta.
Los jerarcas del PRI y el PAN, los oligarcas que sobre ellos mandan, no apuestan a una victoria de ese tipo.
No la imaginan siquiera ciñéndose la banda presidencial.
Solo unos pocos intelectuales se creyeron y sostienen aún el cuento del "fenómeno político".
Lo que la derecha busca es utilizarla para impedir que Morena logre la mayoría calificada en el Congreso y frenar así la transformación.
Instrumentales para este derecho de veto, que pretende conquistar la derecha y que marcaría en la práctica el inicio de la restauración del viejo régimen, son los que están encaprichados con ver su nombre en la boleta o los que, creyéndose expresión de esa quimérica tercera vía, apuestan a vender caro su apoyo y a convertirse en el fiel de la balanza.
Le restarán votos a la candidata de Claudio X., es cierto, pero distraerán con sus veleidades y rabietas a ciudadanas y ciudadanos cuyo apoyo es vital para concretar el plan C de López Obrador, quien, antes de terminar su mandato, deberá contar con un Congreso que apruebe dos reformas constitucionales: la del Poder Judicial y la Electoral.
Vendrá la derecha por sus fueros, unida, con toda su fuerza económica, política y mediática y su arsenal de trucos sucios.
A reconsiderar llamo a aquellos que se alzan con el lema "Yo quiero estar en la boleta" para que, unidas y unidos con López Obrador y con Claudia, y bajo el principio de "que por el bien de todos, primeros los pobres", podamos enfrentarla y vencerla abrumadora, pacífica y democráticamente.