El área total de bosques en el mundo es de poco más de 4,000 millones de hectáreas, casi un tercio de la superficie total de la tierra. Esto equivale a media hectárea por persona, aunque los bosques no están distribuidos de manera equitativa por población o situación geográfica. Las zonas tropicales poseen la mayor parte de los bosques, con casi la mitad de la cobertura vegetal en el planeta: selva tropical, selva monzónica, humedales y manglares. El resto se localiza en las regiones boreales, templadas y subtropicales.
Más de la mitad de todos los bosques están situados en solo cinco países: Rusia, Brasil, Canadá, Estados Unidos y China. La presencia de bosques y selvas ha sido una medida de protección natural y ecológica contra las inundaciones, las sequías y la erosión. Los sistemas de raíces de los árboles tienden a estabilizar el suelo, contribuyendo a prevenir los deslizamientos y la pérdida de suelo. En comparación con otros ambientes, los ecosistemas forestales también tienen una mejor capacidad para mitigar inundaciones, debido a que la cobertura vegetal intercepta parte de la lluvia, y a que el suelo tiene una alta capacidad de infiltración y retención.
Al quitar la cobertura vegetal con la deforestación, el escurrimiento es superficial e inmediato y el agua nunca llega a las raíces profundas de los árboles, por el contrario, se precipita sin control sobre la superficie del suelo acentuando las inundaciones y catástrofes como las que hemos vivido en las últimas décadas. Al talar los bosques y las selvas eliminamos el filtro principal de dióxido de carbono, la principal causa del calentamiento global.
Desde 1990 el mundo ha perdido casi 200 millones de hectáreas de bosque, una superficie equivalente a toda la República Mexicana; y desde 2008, con un ritmo más acelerado, la actividad humana arrasa cada año con una floresta del tamaño de Panamá. Tristemente, México ocupa uno de los primeros lugares en tasas de deforestación, diversas estimaciones se aproximan a una superficie anual deforestada mayor a la Cdmx; siendo 2016 el año record con una pérdida de ecosistemas forestales del tamaño de Tlaxcala. Y las regiones sur y sureste resultan las de mayor riesgo. Las causas principales: el incremento de la frontera agrícola y ganadera, la tala ilegal, los incendios forestales, la expansión de áreas urbanas e industriales, las plagas y enfermedades de los árboles.
La deforestación en Tabasco ha sido imparable, hasta 2015 quedaba tan sólo 3% de su vegetación original, con una tasa de pérdida de 2.7 hectáreas por hora durante los pasados 50 años. Tan solo entre 2018 y 2019, desaparecieron 23 mil hectáreas de selva, casi cuatro veces la Ciudad de Villahermosa. En Chiapas, donde las precipitaciones, el manejo de sus embalses y el volumen de sus escurrimientos determinan el impacto con el que los dos grandes ríos irrigarán, inundarán y desbordaran la planicie tabasqueñas, la pérdida de bosques y selvas también es veloz, nada más en la década de 2010 a 2019 desapareció casi el 10% de su cobertura.
Para prevenir, manejar y mitigar los riesgos de inundaciones se debe implementar una gestión integral de cuencas que permita el desarrollo armónico entre las actividad humana y productiva con los ecosistemas y el medio ambiente; detener la deforestación, regenerar, reforestar y proteger la vegetación; vigilar el cumplimiento de los ordenamientos territorial y ecológicos, evitar el mal uso de suelo en las márgenes de ríos, humedales y cuerpos de agua; restringir y reubicar asentamientos humanos en zonas de riesgo e implementar con mayor énfasis una agroindustria sostenible. Y sobre todo, la participación de la sociedad y la academia con programas de prevención, educación y concientización sobre el agua en nuestra región, en nuestra cultura e historia.
La lluvia, la selva y los ríos crearon esta tierra y agua, es su casa, son sus dueños, tienen el poder y la memoria, aprendamos a convivir con ellos como invitados dignos y respetuosos. (drulin@datametrika.com Investigador Titular, UJAT. Director General, Datametrika)