En colaboraciones anteriores hemos escrito en estas páginas de diario Presente sobre la periodicidad de las inundaciones en Tabasco. Y a fuer de ser reiterativos lo hacemos de nuevo motivados por varias razones: recordar a una de las mentes más lúcidas y talentosas que ha tenido nuestra entidad, el ingeniero José Narciso Rovirosa Andrade, originario de Macuspana; lo hacemos además debido a los calores infernales que en días pasados sufrimos en todo México y a las inundaciones y los huracanes que estamos sufriendo hoy en el país y en todo el mundo. Las altas temperaturas sufridas en días pasados han sido las más altas que se tienen registradas en toda la historia de nuestro país, nos dicen científicos de la UNAM. ¡Ah!, y también mi amigo Abraham Reynoso.
¡Imagínense! Juan Rulfo nos dijo desde el más allá que esas temperaturas llegaron a rebasar a las de Comala. Pero ya hablando en serio, la tercera razón para volver a abordar el tema de la periodicidad de las inundaciones es que aun cuando nos separa más de un siglo, casi siglo y medio, Rovirosa se adelantó con mucho a su época, a los científicos de la época al plantear su "Ley de la periodicidad de las inundaciones". Y esta ley está hoy muy vigente.
El ingeniero José N. Rovirosa recordaba a fines del siglo XIX los desastrosos efectos de las inundaciones extraordinarias de 1868, 1879 y 1888 que confirmaban su tesis de la periodicidad: éstas se presentan cada diez u once años. En el siglo XX las inundaciones extraordinarias en 1909, 1917, 1927, 1932, 1944 y 1952 le daban la razón al ilustre sabio y científico tabasqueño y a su "Ley de Periodicidad'. La presencia de crecientes e inundaciones ordinarias cada año o cada cinco años son de menor magnitud, pero no contradicen esta ley. Las inundaciones ordinarias, nos dice Rovirosa, no tienen la fuerza destructora y catastrófica que las inundaciones extraordinarias que suceden cada diez u once años
De acuerdo a esa ley, la magnitud de las inundaciones y las crecientes dependen de la cantidad de agua que cae sobre la región cada temporada de lluvias. Además de las corrientes de aire y de mar, esa cantidad de lluvia depende a su vez del grado de saturación de agua que hay en la atmósfera como resultado de la evaporación que cada año sufren los mares, lagos, lagunas y ríos provocados por la intensidad de los rayos solares. Rovirosa nos dice que la intensidad de los rayos solares es mayor cada diez u once años, debido a que en ese intervalo son más intensas las explosiones del Sol, conocidas hoy como manchas solares. Todo esto lo observaba el Ingeniero José N. Rovirosa desde fines del XIX. Él me guía aquí para explicarles a ustedes.
Según la revista científica "El Universo" de Time-Life, el Sol es una masa de gases y partículas subatómicas con temperaturas medias de 5 mil 500 grados centígrados y es sacudida por corrientes de energía turbulenta que desde el interior burbujeante producen explosiones y manchas. Algunas se "elevan" a unos cuantos miles de kilómetros y se pueden distinguir hasta 20,000 de ellas. Durante diez años u once años el Sol acumula mayor energía y calor, es el momento en que las explosiones solares son más drásticas y espectaculares: se "elevan" a 800,000 kilómetros y a veces hasta 1´600,000 kilómetros por lo que en esos días se "acercan" más la Tierra: duran horas enteras. Este "acercamiento" provoca un recalentamiento extraordinario en nuestro Planeta y también una extraordinaria evaporación en sus cuerpos de agua lo que provoca sequías como las sufridas en Tabasco, en México y en el mundo en días recientes. Por razones obvias la saturación de agua en la atmósfera debido a la evaporación es mayor cada diez u once años y mayor es la cantidad de agua que cae sobre los Continentes en forma de huracanes, ciclones y tormentas copiosas.
En Tabasco, cuando aquella masa de agua acumulada en la atmósfera es empujada desde el Golfo por la fuerza de los vientos del Norte se genera una lluvia torrencial y copiosa que cae por todo el llano tabasqueño y por toda la sierra Chiapaneca. Desde niño siempre oí que los viejos de antes le llamaban "Norte" a estos fenómenos, hoy les llaman "frentes fríos". Pero llámese como se llame, pero lo real es que llueve en el llano y llueve en la sierra, y esto presenta un fenómeno de coincidencia y simultaneidad entre la llegada de la corriente monstruo que baja desde lo alto de la Sierra y las aguas que, a la vez, como un diluvio "que no para de llover," cae sobre la llanura. Esto provocó las catastróficas inundaciones de 1879, 1918, 1927 y 1932. Las inundaciones de 1909 y 1952 se debieron sobre todo a este fenómeno de coincidencia.
En la inundación de 1909, leemos en el Periódico Oficial, que las continuas lluvias del 20 al 24 de octubre de ese año, junto a las corrientes de agua avanzando por el bajo cauce, hicieron crecer al río Grijalva y al González que, desbordados, invadieron la ciudad de San Juan Bautista por el Barrio de Santa Cruz, al Norte y Noroeste de la ciudad. El boletín señaló además que las crecientes de esos ríos habían comenzado un mes antes con el inicio de las lluvias, pero como éstas eran periódicas, la creciente no fue rápida y abundante como en esos últimos cuatro días de lluvia persistente que terminó por desbordar los demás ríos del Estado. En el barrio Santa Cruz las aguas alcanzaron niveles hasta de dos metros de altura. Las calles que se inundaron en la capital fueron las siguientes: 2 de abril y Galeana; Méndez, Magallanes-Lino Merino, Juan Álvarez, Doña Marina, Sarlat. Las avenidas 1a, 2a y 3a de Grijalva también se inundaron lo que fue el mercado Porfirio Díaz, luego Biblioteca José Martí: los vendedores se tuvieron que retirar. Por las calles de Lino Merino, Magallanes y Pedro Fuentes entraba el agua haciendo corriente hasta la parte más inundada. Frente a lo que fue la planta eléctrica, las aguas alcanzaron la misma altura que en el antiguo Playón, único lugar donde los rieles del tranvía no estaban bajo el agua. Todos los lugares, que en la ciudad de San Juan Bautista tenían una cota de nivelación inferior a 3 metros 75 centímetros, se encontraban inundadas. El número de casas inundadas de aquella pequeña San Juan Bautista de 12,327 habitantes fue de más de 500, y casi 200 personas tuvieron que abandonar sus alojamientos.
MORALEJA. - Las personas de antes tenían la cultura del agua y junto con el gobierno se preparaban con tiempo para enfrentar las inundaciones. No grillaban por el FONDEN, no exigían refrigeradores, ni estufas, ni cosas por el estilo. No se les iba el tiempo como a la cigarra. Termino de nuevo como don Trino. Ahí se las dejo...