ME ASOMO A LA TELEVISIÓN y miro gimnasia femenil. El turno en la barra de equilibrio es de la compatriota Alexa Moreno. Excelente su rutina. De primer nivel. Y cae con estrépito. La cámara la enfoca y sin reparar en ello, ríe, como solo Dios debe reír. Por ese tipo de acción me gusta ver los juegos olímpicos. Algo que inspire. Miro principalmente los deportes tradicionales. Por ejemplo, box, basquetbol, Tae-Kuon-do, gimnasia, lucha grecorromana, pero sobre todo atletismo en todas sus pruebas. Prefiero donde participan mexicanos o latinoamericanos. Y más que los resultados, me gustan las anécdotas. La risa de Alexa, más vital que la de la Mona Lisa.
RECUERDO UN DÍA, allá a finales de los 70, en una visita de José López Portillo, presidente de México, a Cuba. El día de los discursos de él y Fidel Castro fue el día en el que en cinco finales de box, los cubanos ganaron oro, para gloria del deporte cubano, orgullo de Fidel, y admiración de Portillo. Los cubanos, a pesar de las penurias económicas conocidas, siguen brillando en el deporte mundial y olímpico. En el medallero final queda en primer lugar de los latinoamericanos, arriba de México y Canadá, y a veces solo superado, quizá, por Brasil. López Portillo en su discurso felicitó a los cubanos por esos triunfos.
O AQUELLA VEZ QUE EN MOSCÚ 1980 iba adelante el andarín Daniel Bautista, nuestro compatriota, ya a poca distancia de la meta, en la marcha de 20 kilómetros, y lo vimos en la transmisión entrar a un túnel y a la salida ya no lo vimos, como si hubiera sido abducido por entes extraterrestres, y no: había sido descalificado, por su escuela de caminata que los hacia ver como flotar en el aire. En esa competencia descalificaron antes al tabasqueño Domingo Colín. Saliendo del túnel ya se veía el estadio. Ya se saboreaba la medalla de oro finalmente arrebatada.
O LA VEZ QUE EN LA PRUEBA de Maratón de las olimpiadas México 68, ya habían pasado casi dos horas de que habían llegado a la meta todos los competidores, y el público veía en la pantalla gigante del estadio a un atleta que estaba casi arrastrándose seguía en la competencia, sin renunciar a la gloria de terminar la prueba. El atleta era el tanzano John Stephen Akhwari. El estadio casi vacío, con apenas mil personas, lo esperaba y le aplaudieron a rabiar por esa entrega, esa moral en lo alto, esa lucha contra sí mismo, ese ejemplo de no rendirse. Ni nos acordamos de quiénes ganaron, pero sí de este atleta de pundonor. "No vine desde tan lejos para abandonar la prueba", dijo. Su caída en el kilómetros 23, le había lastimado una rodilla, además de golpes en todo el cuerpo.
¿Y CÓMO NO CONMOVERSE con la risa de Alexa Moreno luego de su caída en la barra fija? Alexa es la gimnasta mexicana, la que era criticada por su físico, la que se fue imponiendo sin rendirse por las críticas malevas. La que fue escalando en las competencias cada vez mejor, hasta ganar campeonatos del mundo. Y verla ahora, triunfante, compitiendo sin la presión de ganar a la fuerza, y al caer de la barra, sonrió como ejemplo de la vida, que caer es casi natural, pero el ejemplo es el levantarse, como si nada, y volver a empezar. Ese es el verdadero triunfo.
LAS COMPETENCIAS, aunque no sea en los Juegos Olímpicos, nos han dado lecciones grandes. En un una competencia hace como cinco años en España, iba adelante un competidor africano. Y atrás un español. Ya casi al llegar a la meta, quizá unos 300 metros, el africano se equivocó y tomó otra vía. Entonces el deportista español le gritó para reencaminarlo, lo cual hizo que el moreno, quien había dominado siempre toda la carrera, la ganara. El español no se aprovechó de su error. Luego en entrevista le preguntaron la razón de no aprovecharse: "no aprendí eso en casa; no me hubiera sentido contento ante mi madre si hubiera hecho eso", así respondió.
O EL BOXEADOR JAPONÉS, Keita Kurihara, que en días pasados en una pelea supo que había perdido, aunque los jueces le dieron la victoria. Entonces rompió a llorar avergonzado y lo dijo en público: "no sé qué vieron los jueces; pero no vieron esta pelea. Yo perdí, no tengo duda. Y le pido disculpas a mi contrincante. Él fue claramente el ganador". Y fue hasta el vestuario donde estaba su rival, le reiteró las disculpas, y se inclinó en reverencia como muestra de respeto. El nipón se pudo haber callado, pudo alegrarse, como parece natural en este mundo sin valores, pero él dijo: "Perdí, aunque los jueces me hayan dado la victoria". O la japonesa Uta Abe, judoca, campeona en Tokio 2020, que iba ganando, pero fue sorprendida y perdió cuando iba adelante ya a pocos segundos de terminar el combate. Y su llanto aún retumba en quienes la vimos.
UN ENTRENADOR DE FUTBOL lo ha dicho, sobre las escuelas infantiles de deportes: se les debe de enseñar a disfrutar las competencias. Y que perder o ganar no es lo esencial. Sino aprender, practicar un deporte y reír mucho. Aprender a ser el mejor no quiere decir que a fuerza se tenga que ganar, y en consecuencia sufrir y frustrarse en la derrota. Debe enseñárseles que los deportes promueven la salud y la paz. Y sucede que se les presiona a ganar hasta haciendo trampa, y eso no está bien. Así dice este entrenador, cuyo nombre no tengo.
CIERTO QUE HAY DEPORTES de élite. Cierto que hay deportes que están más cerca de las personas pobres. Todo eso es cierto. No es lo mismo el tenis de campo y mesa, el golf, que el boxeo, por ejemplo. Eso es cierto. Pero eso ha de ser tema de análisis en otros espacios. Lo cierto es que el deporte es noble en sí. Y la entrega y disciplina en los entrenamientos, y el trabajo en equipo que se aprende en los deportes de conjunto, y la manera como en los deportes individuales se entrena con una esperanza de ser el mejor, y practicar dos, tres, cinco horas diarias, todo ello forja a las personas.
Y SABEMOS DEL INFIERNO por el que pasaron decenas de niñas gimnastas norteamericanas por el abuso del su doctor fisiatra, Larry Nassar y la complicidad de directivos de la federación. Y que Simon Biles, valiente, denunció y enfrentó a dicho delincuente hasta que lo recluyeron y refundieron en la cárcel. El deporte no es un fin en sí, como tampoco la educación, sino es uno de los medios más efectivos para la formación íntegra de las personas. La triada educación, deporte y arte es insustituible para bien del destino humano.