En la anterior entrega, reflexionamos un poco sobre las generalidades de los procesos de sucesión del poder político en el mundo y de sus especificidades en el caso mexicano, que bajo un esquema eminentemente presidencialista, adquirió durante más de 80 años tintes de un absolutismo hereditario que sirvió para que en 1990, Mario Vargas Llosa (panfletista actual del neoliberalismo) lo llamara como la "Dictadura Perfecta". No obstante, opuesto a lo que algunos auguraban con la llegada del presidente más fuerte y poderoso en la historia moderna de nuestro país, Andrés Manuel López Obrador ha decidido romper el viejo paradigma de la sucesión presidencial, bajo el esquema de la decisión unipersonal del siglo XX y ha apostado por entregar su propio relevo del poder, al pueblo de México.
Así, abrió el camino rumbo a la elección del próximo año desde Julio del 2021 al señalar que dentro de su sucesión ya no habría "tapado", sino "destapador", llamando "corcholatas" a las personas que podían contender por el ala liberal, contra los intentos de retomar el poder por parte del conservadurismo. Dicho pronunciamiento marcó el inicio de la inédita sucesión presidencial que habría de venir y de la que hoy somos testigos. Pero no sólo la ausencia del tapado es la novedad dentro de este proceso, el método utilizado para definir a quien habrá de competir en la faena del 2024 por las siglas del oficialismo es quizá la innovación más trascendente: La encuesta.
La encuesta como método de selección en morena, es en esencia, el traspaso de una facultad normalmente exclusiva de las élites partidistas para definir a sus candidatos, hacia la población en general. Si bien es cierto no es la más democrática, pues para ello existen las elecciones primarias, si es dentro de los mecanismos democráticos internos de los partidos el que mayor seguridad y control permite tener bajo la idea de hacer partícipe solo a un pequeño grupo como muestra del sentir general de la población en un momento determinado. Su autenticidad dependerá de su apego al rigor científico.
Las reglas de la encuesta y su proceso previo, fueron acordadas por el Consejo Político Nacional de Morena en su pasada sesión extraordinaria del 11 de junio. Entre otras cosas, los puntos que más resaltan son: la encuesta será abierta al público en general, no habrá debates entre los participantes y se privilegiará un gasto austero en las acciones de posicionamiento público. En primer término, causó ruido que la encuesta sea dirigida a todo público y no solo a militantes de Morena; de esto podemos señalar, pese a que la dirigencia opine lo contrario, que se debe seguramente a que Morena, ha enfrentado retos enormes para institucionalizarse como partido, al no contar con un padrón de afiliados confiable.
De la ausencia de debates podemos decir que el Presidente, pese a su confianza en el pueblo para elegir a la mejor opción que le dé continuidad a su proyecto, dejó un candado con este impedimento para evitar cualquier riesgo de división expuesta al público entre sus "corcholatas", con encuentros que pudiesen convertirse en clásicos ejemplos de salvajismo político como se ven en los debates tradicionales. Privilegiándose la confrontación de ideas y estilos visibles en sus recorridos y contenido de redes sociales y no tanto, las muestras de expresiones de egos sobre sus personas y añejas disputas.
Por último y no menos importante, está la propuesta de mantener el activismo dentro del proceso bajo los márgenes de la austeridad que cimienta la acción política de la cuarta transformación. Para elegir al Coordinador o Coordinadora de la Defensa de la Cuarta Transformación, se plantea una práctica como la hecha por Andrés Manuel López obrador a lo largo del tiempo, caracterizado por sus recorridos a ras de suelo en todo el país con la gente, lo que permitirá a la ciudadanía conocer sus ideas, más que sus rostros en espectaculares, escuchando qué piensan cada una y cada uno de los aspirantes de la transformación y de su continuidad.
Con la sucesión en marcha que habrá de relevar a López Obrador y que irrumpe superando los viejos paradigmas del presidencialismo omnipotente, no solo se sientan las bases para consolidar nuestra vida republicana, también se envían señales al exterior, con enseñanzas políticas para las izquierdas del mundo, de que el caudillismo no es la única opción y que el pacto entre las dirigencias revolucionarias debe ser con su pueblo y no entre sus cúpulas. Quien entienda que el actual proceso interno de Morena y sus aliados es una simulación y que los vicios del pasado surgirán como condena eterna del yugo dominante sobre el pueblo, estará más que equivocado y a la espera de una sorpresa inolvidable.