Un 27 de septiembre de 1821 se dio la entrada solemne de Agustín De Iturbide y del Ejército Trigarante a la ciudad de México. Ese día en Paseo de Bucareli, una gran multitud hacía valla en espera del desfile de un ejército compuesto por dieciséis mil hombres. Un ejército tan numeroso, jamás visto en la ciudad de México.
Al frente y a caballo iba Iturbide acompañado de su estado mayor y ondeaba al aire, por primera vez en México, la bandera tricolor símbolo de la nueva y naciente nacionalidad mexicana.
Sin embargo, la tal independencia planeada por Iturbide con su Plan de Iguala del 2 de marzo de 1821 y el Tratado de Córdoba del 23 de agosto de ese mismo año, sólo fue resultado de un acuerdo, de una transacción entre las clases privilegiadas, criollos y españoles ricos junto con el alto clero, con los antiguos insurgentes que ya habían perdido las esperanzas de lograr la independencia con la lucha armada.
Sin embargo, en el seno de tal acuerdo que dentro de las tres garantías simbolizaba la unidad, estaban contenidas las contradicciones que muy pronto harían crisis y orillarían a la incipiente Nación a sucesivos conflictos políticos y armados en los años venideros.
La revolución de independencia planeada y consumada por Agustín de Iturbide, fue una revolución conservadora, una revolución aristocrática que pretendió construir una monarquía en México, muy diferente a la tendencia democrática y liberal de los antiguos insurgentes.
Cuando Fernando VII en 1820 se vio obligado a jurar la Constitución de Cádiz, las clases ricas y privilegiadas y el alto clero en la colonia procedieron a independizarse de España. Las leyes liberales de esa Constitución autorizaban la abolición del fuero eclesiástico, la extinción de las órdenes monásticas, la supresión de los jesuitas, la limitación de los conventos, la reducción de los diezmos a la mitad y la venta de los bienes eclesiásticos. Los ricos criollos que tenían deudas con el clero y que mantenían armoniosas relaciones de financiamiento hipotecario con él, también salían perjudicados con las disposiciones de la Constitución de Cádiz. El ejército realista de la colonia estaba muy mal pagado, a sus miembros se les pagaba con retraso, a veces en mercancías y con tan muy poco dinero que vivían en una situación muy precaria.
Fueron entonces los miembros del alto clero, de la burguesía criolla y de españoles, así como una parte del ejército quienes impulsaron la independencia. Ellos impulsaron y se sumaron a Iturbide para promover la independencia de México porque así convenía a sus intereses y privilegios.
El plan de Iguala y el Tratado de Córdoba no fue hechura del pueblo, ni para beneficio de los más desvalidos. Fue una transa de las clases altas de la colonia para huir del liberalismo y de los proyectos republicanos que entonces contaminaban a España y a toda Europa con la revolución francesa y las tropas napoleónicas. Además, las clases altas novohispanas no querían seguir vinculadas a España pues ello implicaba más saqueo y más deterioro de sus riquezas, saqueo metrópoli-colonial que se multiplicó a partir de las Reformas Borbónicas desde 1863 y del Decreto de consolidación de 1804.
Fueron pues las clases ricas y el alto clero de la Nueva España quienes hicieron la independencia de México a partir de 1821. Hidalgo había muerto en 1811 y su movimiento había fracasado. El resto de la lucha armada después de su muerte y la de Morelos, había quedado reducido a la guerrilla en la sierra con pocas posibilidades de triunfar.