Reconocido internacionalmente como buena práctica hacia la innovación y el crecimiento económico de países en vías de desarrollo, el Programa Nacional de Posgrados de Calidad (PNPC) fue creado por el CONACYT en 1991; con el objeto de establecer un mecanismo que permitiera distinguir, promover e impulsar la calidad de los programas de maestría y doctorado en México. En 2014, después de más de 2 décadas de evolución y crecimiento favorable, el PNPC evaluó y reconoció posgrados pertinentes con orientación profesional. La diversificación, inclusión y equidad, permitieron el financiamiento y las becas para otros programas orientados a la investigación, la práctica profesional, el desarrollo tecnológico y la innovación, las especialidades médicas y los posgrados con la industria.
En promedio, 70% de las becas se han otorgado para maestría y 30% para doctorado. Sustento sin el cual, para muchos catedráticos, investigadores y profesionales expertos; nos hubiera sido casi imposible lograr un título de posgrado con reconocimiento académico dentro y fuera del país. Los posgrados PNPC han alcanzado el nivel de competencia internacional; estudiantes y especialistas mexicanos transitamos por las aulas, foros y claustros más prestigiados del mundo, junto a nuestros pares. Y no son pocos los estudiantes y colegas extranjeros buscando un lugar en nuestros posgrados y centros de investigación.
Para 2020, el PNPC tenía acreditados al rededor de 2,400 posgrados que atendían un padrón mayor a los 64,500 beneficiarios. En promedio se venían otorgando 32 mil becas anuales. En 2021, con el nuevo CONAHCYT en gestación, ese número se redujo a poco más de 26 mil beneficiarios. El padrón iniciaba así, la exclusión y reducción en 1 de cada 4 becarios. Y en este nuevo ciclo escolar, tras establecerse los lineamientos del nuevo Sistema Nacional de Posgrados, cientos de programas y miles de estudiantes en todo el país se han quedado sin becas.
De 3 mil programas que integraban el PNPC, ahora sólo unos 600 serán "prioritarios". Sin financiamiento, se abandonan 2,400 programas de posgrado impartidos en universidades públicas. Para la nueva institución y sus versados directivos, el 80% de los posgrados nacionales resultan "no prioritarios".
Un grave daño que no solo debilita el entorno de investigación, donde se forman, maduran y producen los nuevos talentos; sino que toda la educación superior y media superior, se verá perjudicada. Licenciaturas, profesiones técnicas y bachilleres, abrevan en cascada de los nuevos profesionales y posgraduados formados en investigación científica, nuevas tecnologías e innovación. Si a nivel mundial, apenas ocupamos el lugar 40 en nuevos diseños y el 60 en ecosistemas de innovación, con esta nublada visión imaginen el precipicio al que se asoma la competitividad de nuestro país.
Si duda que hoy urge que investigadores y la academia nos involucremos más en la problemática social, productiva y económica que nos ralentiza hacia una mejor calidad de vida y el desarrollo sostenible; pero estas políticas de desamparar, reducir y desaparecer programas de posgrados y sus becas, no son la mejor fórmula para hacer del desarrollo científico, tecnológico y la innovación pilares para el progreso económico y social sostenible que establecen los propios cánones del nuevo CONAHCYT. Lejos de promover, mejorar y robustecer una de las pocas fortalezas que tiene nuestro país en sus recursos humanos de alto nivel, el afán de transformar por completo todo aquello susceptible de mejora provoca confusión e incertidumbre.
La pronta revisión y reconsideración sobre los posgrados nacionales y las becas de manutención de sus estudiantes sería sensato y atinado, de lo contrario se estaría mermando la propia justicia social y soberanía nacional que tanto se pregona. Seguimos sin entender que la diferencia entre países pobres y ricos es consecuencia de la inversión en el capital humano, la ciencia, la investigación y la innovación. ( drulin@datametrika.com/
Investigador Titular, UJAT/ Director General, Datametrika Co.)