ANTE LAS ATROCIDADES de la guerra, ante el predominio de la ambición desmedida y la destrucción de la naturaleza, se requiere un faro que ilumine a los oscuros entendimientos, para que todo eso se detenga. Ante la vileza y el escarnio, ante la explotación y la miseria, los desaparecidos y los feminicidios, se requiere una luz. Ni cruzarnos de brazos. Ni esconder la cabeza. Ni tampoco meternos el pie. Se requiere volver la mirada a los valores universales. Aunque se diga que están pasados de moda. Que eso era en otros tiempos. Los valores universales nunca pasarán de moda. Le dan sentido a lo humano ante la barbarie. Dichos valores son como un faro.
EL FARO ESTÁ ALLÍ. Se alcanza a ver desde lejos. Todos los puertos lo tenían, con el fin de ser la referencia nocturna de los navegantes del mar para orientarse en su búsqueda necesaria del puerto. Algunos han quedado de vestigio ante los avances tecnológicos que han creado modernos instrumentos para la navegación. Uno de los más conocidos es el de Alejandría. Pero en nuestro paso por pueblos y puertos de mar, se yergue majestuoso, aún en ruinas. Los faros han sido guía. E historias de amor se han escrito a su vera.
CONOCEDORES DEL MAPA NOCTURNO, los marineros antes se orientaban por las estrellas. Y sin dificultad seguían el camino hacia el puerto donde les esperaba la dicha, sea de familia, amor o taberna. Todo ello luego de semanas o meses de andar en alta mar, y cansados iban a puerto, con el fin de solaz y esparcimiento. Solo que a veces estaba nublado, y perdían la ruta. Para esa situación, los chinos inventaron la brújula. La aguja imantada señala hacia un lugar. Y ese es su correspondiente Norte imantado.
EL FARO ES UNA CONSTRUCCIÓN cónica o cilíndrica. Para cumplir su función, se requería fuera alta dicha construcción. Quizá elevada entre unos 40 o 60 metros de altura. Y encendido en las noches, los marineros no tenían pierde. Su modo para generar luz, estaba asegurada, sin margen de que se apagara. El faro ha sido luz y esperanza. Ha sido guía y lugar seguro ante la tormenta.
HABLAR DE FARO, es hablar de noche. En ocasiones la luna hace la maldad a la oscuridad y la deja frágil. Aun así el faro es necesario, como el amor en los seres humanos. Y no pocas veces la oscuridad es plena qué no se mira a dos metros a la redonda. Y en ocasiones la neblina cierra más toda posibilidad. Ante la desesperanza. Y ante la tormenta en la noche, el faro da el punto luminoso a donde debemos seguir en ruta. Unos brazos para el abrazo nos esperan. Una mesa con comida caliente. Una cama para el descanso. Unos labios para el encendido beso.
ESTAMOS EN CLASE DE ÉTICA. El tema es la virtud que debe tener todo ciudadano. Lo mismo el Rey, que el zapatero. Lo mismo el ministro que el barrendero. ¿Qué virtudes deben poseer cada uno para cumplir su función dentro de la colectividad? Entre la valentía y lo cobarde. Entre la ambición y la honradez. Entre la carencia y los excesos. Y el debate y la reflexión se centran en los consensos para llegar al punto medio. "Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre", dice el refrán.
¿Y QUIÉN DEFINE EL PUNTO MEDIO? El consenso. ¿Y cuando el ciudadano se pasa en los excesos? ¿Cuando viola, roba, mata? ¿Y cuando el listo o fuerte se apropia de lo que trabajaron otros? ¿Sea en el asalto, sea en lo cobijado por lo legal? ¿Y la usura ilegal del prestamista? ¿Y la usura legal de los bancos? ¿Quién los somete? ¿Quién los reduce al punto medio? ¿Ese del que se habla en el consenso? ¿Ya quién sirve el gobernante? Preguntas y más preguntas, con respuestas sesgadas. ¿Y qué cosa es el ciudadano? ¿Quiénes son los ciudadanos? ¿Se alcanza la ciudadanía al cumplir 18 años? O solo esa edad garantiza que se entrega una credencial de mayoría de edad? ¿Será posible o frecuente que hay hombres que nunca llegan a ser ciudadanos aun llegando a la edad de adulto mayor? Más preguntas. (Continuará)