Tengo 80 años y no recuerdo (plenamente libre de Alzheimer) haber vivido en la vorágine de información que hoy observamos. Reflexiono lo anterior por el esfuerzo que me significa decidir cada semana el tema de esta mi pequeña contribución editorial. Hasta he llegado a pensar en escribir todos los días, cosa que rebasa mi derecho a la vida suave y a mi capacidad intelectual. La decisión que he tomado desde hace rato es la de procurar la interpretación de las formas de la cotidianeidad para comprender lo sustantivo en ellas.
En mi opinión, que es lo que trato de compartir con mis amables y escasos lectores, se trata del virtuoso oficio de gobernar que, para mis coetáneos y todos los que son menores, no habíamos conocido nunca y que ahora nos cuesta trabajo entender por novedoso. La consigna de que el poder se convierte en virtud sólo cuando se emplea en servicio de los demás o su defecto que lo envilece, hoy adquiere cabal sentido por el sentido de la acción de gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Una forma destacada en estos días es el de la relación con Estados Unidos que se distingue por un alto grado de dignidad. Mientras los conservadores ultramontanos criollos y los halcones imperiales vecinos, añorantes de la ominosa subordinación del gobierno mexicano a los designios imperiales de Washington y advierten de severas represalias por la osadía y la arrogancia de obrar con independencia y poniendo por delante el interés del pueblo de México, nuestro Presidente mantiene una excelente relación sustentada en la dignidad, que no suele usar la estridencia ni el patrioterismo para defender ese interés nacional, como tampoco de la diplomacia dulzona para promoverlo.
Por ejemplo: el rechazo al endeudamiento no sólo es una acertada política económica, sino principalmente un ingrediente fundamental en la procuración de la soberanía. Hoy existen diferendos con empresas que apelan a violaciones de TMEC y acuden a la protección de sus gobiernos para doblegar al mexicano –por cierto alentados y aplaudidos por la oposición conservadora- y se responde con la seguridad y la severidad de nuestro derecho soberano, incluso sin perder el sentido del humor y proyectando al famoso Chicoché y su “Uy que mello”.
Igual sucede con las peregrinaciones de politiqueros corruptos a visitar a organismos dizque internacionales (léase gringos) para acusar al “tirano dictadorzuelo” de persecución política para disfrazar su gran corrupción. Ni allá y menos aquí son merecedores de atención, salvo por la gran prensa con quienes coinciden en longitud de onda y profundidad de mezquindades.
En otro orden, el artero combate a todas las obras del actual gobierno promovido por el más rancio conservadurismo lleva a definir tales obras como de seguridad nacional, de manera de invalidar tal maniobra leguleya y paralizante. Tan sencillo como eso: “a terco, terco y medio”. Las obras son para el beneficio del país y no caprichos como las quieren catalogar sus adversarios.
En otro campo, la conferencia de prensa matutina diaria es el medio de combate a la desinformación por excelencia, su invariable realización cotidiana no sólo es una forma de comunicación informativa, sino un eficaz medio de formación política masivo, por lo menos neutralizador de la distorsión de los hechos propiciada por la gran prensa opositora. Como tal, es objeto de la más acerva crítica de los adversarios del Presidente, quienes sólo logran la audiencia de su cada vez más reducida burbuja de seguidores. La formación política crece afirmativamente entre el pueblo mayoritario.
Viene la sucesión presidencial. Será importante que quien lleve la candidatura del Movimiento de la 4 Transformación, no incluya entre sus cualidades la capacidad de conciliación con las fuerzas del conservadurismo. En su momento habrá mucho de que escribir y debatir al respecto.
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