CADA VEZ QUE ESCUCHO A UN GENIO, de los incomprendidos, de los que tienen la solución para todo, me acuerdo de "Tabaquería", poema de Fernando Pessoa: "...¿Qué sé yo lo que seré, yo, que no sé lo que soy?/ ¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tanta cosa!/ ¡Y hay tantos que piensan ser la misma cosa que no puede haber tantos!/ ¿Genio? En este momento/ Cien mil cerebros se piensan en sueños genios como yo./ Y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno./ No habrá sino un muladar para tantas futuras conquistas..."
GENIOS DE TODA LAYA, que seguros dan opinión sobre cualquier tema, aparecen por todas lados, como células multiplicadas. Y tienen razón en que son genios incomprendidos en el presente, porque el futuro es solo de quienes persisten y después de muertos se les reconoce como lo genios que sí fueron, pero no todos, ni la mayoría, sino solo un puñado de todos los millones de este tipo de genios.
LA CUERDA QUE LES PONGAN SALTAN, tema que se les atraviese dan opinión doctos. A cual más difícil tema, como si tuvieran el formulario que resuelve todo siguiendo algunos pasos. Me los topo a diario. En los cafés, en las plazas, en la cantina (antes que iba). Son opinadores de todo tipo. Saben más que cualquiera y miran por sobre el hombro a todos. Ninguno me seduce en sus ideas rancias. Ninguno me atrae porque bien se mira el cobre de su substancia, en lo que a ideas y argumentos se refieren.
QUE QUIEREN VER AL C. MINISTRO, al C Gobernador, que quieren ver a la C. Presidenta. Que si los escucharan y siguieran a pie juntillas sus recomendaciones, sus proyectos, sus programas de acción, nuestra sociedad resolvería todos sus problemas. Lo mismo en seguridad, educación, salud, turismo, etc. Vaya, son tan así que quieren componer la liga de futbol nacional para que todo sea derecho y siempre gane el mejor. Saben cómo México podría conseguir más medallas que Cuba, y Brasil juntos en las olimpiadas.
YO LES SIGO LA CORRIENTE. Yo les escucho hasta que me canso. Yo casi me duermo en sus argumentos, en las claves que tienen para solucionar todos los problemas. A veces les invito un café, pocas veces una copa. Yo escucho por horas sus planteamientos, aderezados con los míos, por supuesto. Yo digo que sí, que como no, que sí es posible. Y hasta sí lo creo, les creo. Si me escuchara Cioran, se reiría de mi posición, de mi exposición, de mi expresión. Vaya, se reiría de (este) mi texto.
EMIL CIORAN, FILÓSOFO RUMANO, es el padre del escepticismo. Para esta posición de pensamiento filosófico, las soluciones no existen, la sinrazón de la existencia humana, el sinsentido, son motores que les mueven, son la constante. Se ríen de los optimistas, y la amargura es la posición que asumen. Pero no una amargura que les aniquile, no, sino una amargura creativa. Argumentan que todo es en vano. Y los respaldan los tantos siglos de las decisiones humanas que, con guerras, contaminación y epidemias llevan al exterminio. Eso sin contar la vejez en el extremo de depender de los demás, y finalmente la muerte. Que la vida es un simple sueño, diría Calderón De la Barca.
TODO GENIO TIENE RAZÓN. Pero no basta con tenerla. A veces se toca la puerta equivocada. A veces no hay puerta para tocar. A veces no se insiste en la puerta que sí es. Como dicen que el vendedor que ofrece productos de puerta en puerta, a la octava o novena que le dicen no, literalmente tira la toalla con la que se quitaba el sudor y abandona la jugosa carrera de vendedor. Y era el décimo quien le iba a comprar porque la estadística dice que de cada diez solo uno le compra. Hay que insistir.
TODO GENIO TIENE RAZÓN. Pero el centro de toma de decisiones siempre es incierto y no está allí donde se dice que debe de estar. Todo genio tiene razón, pero es probable que esté planteando soluciones que hubieran sido muy buenas en el pasado, pero ahora hay otras soluciones para el mismo tipo de problemas. Los genios tienen razón, pero lo explican en otro idioma que no es el mismo de todos. La lógica y la moral no son la misma para todos. Y el sentido común, dicen, es el menos común de los sentidos.
YO MIRO A LOS QUE TRIUNFAN. Estudio sus trayectos. Los que rompen los récord mundiales de atletismo se la pasaron por cuatro años entre doce y dieciséis horas entrenando, sin ir a fiestas, y en retiros alejados de sus apegos familiares e instintivos (o aceptan los estímulos químicos que les hacen ser más fuertes, altos o ser más rápidos). Los que triunfan en la cantada se la pasan años alegrando con su voz en pequeños bares, restaurantes u otros lugares, aceptando contratos leoninos o cantando con paga solo de las propinas. Y si de todas maneras la suerte no les favorece un galán o galana de edad les ayuda con recomendaciones a cambio de todo o a cambio de nada.
LOS GENIOS TIENEN RAZÓN. Solo que como en las desgracias se dice que la víctima -que ni la debía ni la temía- estuvo en el lugar y en el momento equivocados, así también el genio incomprendido nació en una época en la que su idea no era bien vista, no tuvo las relaciones sociales que le facilitarían poner en órbita su invento, o de plano su genialidad no lo era, y no pasaba de ser un lugar común entre los tantos comunes lugares. O decirlo de otro modo: en la ciudad de los aduladores el de la verdad va al ostracismo.
AYER ME TOMÉ UN CAFÉ con un genio incomprendido. Y es genio de verdad. Y es incomprendido. Yo quise leerle este poema de Fernando Pessoa. Pero es largo. Y no quise interrumpirlo en sus optimistas e insistentes ideas sobre la importancia de la medicina vegetal que cura todo; de la estrategia de seguridad que pacifica todo; de la fórmula para multiplicar peces y panes; de la educación en neurociencia que adelanta años en conocimientos en los alumnos. Y aquí me puse a escribirle esto. Genio incomprendido: ¡lee a Cioran! ¡Lee este poema de Pessoa completo también: "... Hice de mí lo que no supe./ Y lo que pude hacer de mí no lo hice./ Vestí un disfraz equivocado./ Me tomaron enseguida por quien no era, y no lo desmentí, y me perdí./ Cuando quise arrancarme la máscara,/ Estaba pegada a la cara./ Cuando la arrojé y me vi en el espejo,/ Ya había envejecido..." El poema se llama "Tabaquería". Es del poeta lusitano Fernando Pessoa.