Francisco Primo de Verdad y Ramos, fue un ilustre abogado jalisciense, que en 1808 se desempeñaba como Síndico y Procurador en el Ayuntamiento de la ciudad de México, en las fechas en que se recibían las noticias del motín de Aranjuez, la abdicación de Carlos IV, la invasión napoleónica y el levantamiento de Madrid el 2 de mayo.
Después del descalabro de Trafalgar, la Corona Española entró en bancarrota y la salida que encontraron fue exprimir a la Nueva España con los Vales Reales forzosos y la consolidación de las deudas con la Iglesia, que llevaron a remates de muchísimas propiedades y a criollos a la ruina, entre ellos a Manuel Hidalgo, hermano menor del cura Miguel Hidalgo.
El desprecio a los criollos y otorgamiento de mandos solamente a peninsulares, la quiebra financiera y la decadencia moral y corrupción en la corona y en el virreinato agravó el malestar y propició el surgimiento de sentimientos de independencia.
En estas circunstancias, Primo de Verdad propuso la creación de una Junta de México, para el gobierno local, siguiendo los ideales expresados por Montesquieu, en su obra cumbre "El Espíritu de las Leyes", en el sentido de que la soberanía radica en el pueblo y no por derecho divino, y la creación de tres poderes que sean contrapesos entre sí. El inquisidor Bernardo Prado y Ovejero tachó a Primo de Verdad de hereje, ya que los reyes ejercían esta soberanía por "derecho y mandato divino".
Y fue la noche del 15 de septiembre de 1808 cuando el Cabildo tomó la propuesta de Primo de Verdad, y acordaron que no recibirían más órdenes de España, viniera de quien viniera, y la destitución del Virrey José de Iturrigaray, quien fue apresado por el hacendado español Gabriel de Yermo, nombrado jefe militar por el cabildo.
Pero Gabriel de Yermo, realista, procedió también a detener a Francisco Primo de Verdad y lo confinó en los calabozos del Palacio del Arzobispo Francisco Xavier de Lizama y Beamount, donde murió unos días después torturado y asesinado. El arzobispo, muy cristiano, vivía en un palacio con calabozos en sus sótanos en los que practicaba su amor al prójimo.
De Yermo apresó también a otro regidor Juan Francisco Azcárate, copatrocinador de la independencia, quien fue llevado a otra cárcel, de donde fue liberado en 1811 y terminó siendo uno de los firmantes del Acta de Independencia en 1821.
Otra víctima fue al cura mercedario Melchor de Talamantes, integrante de este movimiento, que fue confinado en las tinajas de San Juan de Ulúa, donde murió poco después.
Primo de verdad fue declarado Benemérito en Grado Heroico por el Congreso del estado de Jalisco; en la ciudad de México hay un parque con una estatua suya, y en la Rotonda de los Hombres Ilustres de Jalisco aparece su nombre con letras doradas. En la Columna de la Independencia en el Paseo de la Reforma, están grabados en mármol los nombres de Francisco Primo de Verdad y Melchor de Talamantes. Aquí lo recordamos como un ilustre precursor de nuestra independencia.
Dos años después, el 16 de septiembre pero ahora de 1810, Miguel Hidalgo pronunciaría el Grito de Dolores, que inició la guerra de independencia.