CUANDO MUERA, SEGUIRÁ LA LUZ entrando por las ventanas y puertas abiertas de mi casa. Y al cerrarlas entrará por las rendijas. Por las noches la luna seguirá motivando corazones en anhelo y las luciérnagas alentarán la esperanza. Importa la vida. La particular y la colectiva. La que vuelve a insistir a pesar de los malos augurios de guerras, que provocan desaliento y desesperanza, sangre derramada.
NUNCA DESATIENDAS A LOS VIVOS por atender a los muertos. Somos los mismos entrecruzando umbrales. Nunca olvides a los muertos por recordar a los vivos. Somos los mismos atravesando el río de la fe, de la creencia, del mito. Nunca eches en saco roto la sonrisa. Sin ella andaríamos siempre lúgubres. Mira a las otras especies. Si acaso la hiena intenta algo parecido, sin nunca lograrlo.
VISITA PANTEONES DE VEZ EN CUANDO. Pero no tardes mucho allí. Ya tendrás el tiempo suficiente para hacerlo en definitiva. Los panteones nos recuerdan la fragilidad nuestra. Cuando te asomes al infinito, trata de hacerlo en noche estrellada iluminada por el fulgor de la luna llena. Te darás cuenta que lo que llamas tu carne, tus huesos, nunca fueron tuyos. El polvo que serás es nada en el todo que llamamos cosmos. ¿Qué son entonces tus preocupaciones, que te hacen sentir que no vale la pena vivir porque todo está perdido? Diría Eugenia: "yo vengo a ofrecer mi corazón".
LLORA A TUS MUERTOS. PERO REFLEXIONA que esas lágrimas y pesar no son por ellos, son por ti. Ellos se han liberado de las ataduras de la vida. Y están etéreos, a pleno vuelo por los cuatros puntos cardinales. Y tú sigues aquí, atado a lo terrenal, con grilletes-ancla que te impiden disfrutar la existencia de ataduras y sin peso.
ME CUENTAN DE AQUEL QUE AMABA a los gansos y tenía siete. Y cuando quedó muerto por un infarto, en el patio de su casa, dichos gansos lo picotearon como rito funerario de la especie que consiste en limpiar los huesos. Quedó el esqueleto limpio para el trabajo del forense y los peritos. Uno de ellos dijo: "esto es realmente lo que somos". Los gansos miraban desde lejos el reconocimiento filosófico a su obra.
ME CUENTAN DEL MAESTRO QUE DE NOCHE salió de la fiesta y cruzó la carretera para comprar unos cigarros. Y a su regreso para seguir con la música y el canto y el contar anécdotas entre los amigos, al cruzar la cinta asfáltica, trastabilló y cayó, y ya no pudo levantarse porque antes lo atropelló un vehículo, y luego otro y otro, hasta que quedó transformado en un amasijo ensangrentado sin rostro y sin forma de cuerpo. Los amigos fumadores que lo esperaban siguieron la fiesta pensando que el maestro, que fue por los cigarros, se había marchado a su casa.
CUANDO ME LO CONTARON LOS DE LA FIESTA, pregunté qué canciones recuerdan que cantaban luego de que el amigo maestro fue por los cigarros. No se acuerdan bien. Pero me dieron el nombre de algunas que cantó el finado. "Qué será de ti, necesito saber hoy de tu vida; alguien que me cuenta de tus días, anocheció... veeeen, que esta sed de amarte " Y, "pero el día en que yo me muera, sé que tendrás que llorar..." El coro, "llorar y llorar. "Dirás que no me quisiste, pero vas a estar muy triste, y así te vas a quedar..."
A MI LLEGADA A TABASCO A LOS 20 AÑOS, algo que me impresionó, aparte de las lluvias por semanas enteras de día y de noche, fue el culto por los muertos. Los altares con sus ofrendas. Que no solo son dos días, sino todo el mes de noviembre de memorias y recuerdos por los que ya se fueron. Que se hacen tamales por todos lados, y de todos los sabores. Que en velorios del campo matan una vaca y la reparten en caldo a los asistentes al día siguiente. Que la familia del muerto que no tiene ganado, le prestan o regalan una para que se cumpla el rito. Que a la semana se levanta "la sombra" del finado. Que al mes, a los seis meses y al año, se hacen ritos con rosarios, café y bocadillos.
YO HE SUFRIDO LA PÉRDIDA DE FAMILIARES Y AMIGOS. La muerte me ha visitado. Y es como un desgarrar el alma. Son los golpes en la vida más fuertes, lo sé, como dijo Vallejo. Pero qué le hemos de hacer. La lista cercana empieza con mis padres, Juan y Leonor, hermano Mariano y dos cuñados, Ernesto y Alejandro Y con los amigos de la Normal, Jacinto el "Gordo", Sergio el "Pato"; Paz Soto; Óscar Eligio "Feroz". En Tabasco. Lupillo y los hermanos Castillo (Jorge y Manolo), Darwin, Rubicel y Montejo. Mi suegra y suegro, zenaida y Orbelín, que me trataron como hijo. De mis viejos tabasqueños: Dr. Guillermo Morelos y Miguel López Cervera, que fueron hombro en mis cuitas y me dieron consejo. De mis hermanos mayores por elección, entre ellos Víctor López Cruz, que me decía hijito e hijo.
LA MUERTE NO VIENE NI VA. No se acerca ni se aleja. No se aparece y desparece. No es la sombra que nos sigue. No es la que nos quita el respiro ni el suspiro. Tampoco es la que nos lleva y trae. La verdadera muerte es vivir sin amor ni esperanza. Vegetar en vida es la verdadera y única muerte. Transitar sin sentido, sin ruta, ni brújula. Sin esperanza. La otra, ni se siente, la sienten los vivos. Y esto solo un tiempo. El tiempo lo cura. El tiempo locura.