Los entreguistas y apátridas gobiernos neoliberales, entre otras cosas, quitaron la materia de civismo de la enseñanza pública, y el fervor patrio empezó a languidecer. Añoro la Villahermosa que en septiembre se vestía de los colores patrios, en que todas las casas, en balcones y fachadas, lo mismo que en todas las oficinas y comercios, lucían las banderas y escudos y nacionales.
Mes patrio, en que recordamos que una noche de un 15 de septiembre de 1808, Francisco Primo de Verdad y Ramos, Síndico del Ayuntamiento de la ciudad de México, convenció al Cabildo “que no debían recibirse más órdenes de España, vinieran de quien vinieran, y que la soberanía residía en el pueblo” acordándose que se destituyera y apresara al Virrey.
Finalmente Primo de Verdad fue encerrado en los calabozos del palacio del arzobispo Francisco Xavier de Lizama y Beamount, donde fue torturado y asesinado el 4 de octubre de aquel 1808. Clero siempre enemigo de México.
Mes patrio en que la madrugada del 16 de septiembre de 1810, Miguel Hidalgo lanzó al vuelo las campanas de su parroquia, pronunciando el memorable grito: “Se acabó la opresión, se acabó el mal gobierno, se acabaron los tributos, venga la libertad a esclavos e indios, se acabaron las castas”. Y dio inicio a la guerra de independencia.
En aquellos tiempos se acostumbraban las verbenas, fiestas de regocijos en las vísperas de las grandes festividades. Y así comenzaron las fiestas las vísperas del 16, y comenzaron los gritos la noche del 15 de septiembre.
El primer grito registrado fue el 15 de septiembre de 1846. Maximiliano dio el grito en Dolores y Juárez, en plena huida, dio el grito la noche del 15 en la hacienda La Noria, en Durango.
Mes patrio en que se firma el Acta de Independencia el 28 de septiembre de 1821 y en que se discute y firma la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, que se promulga el 4 de octubre de 1824.
Y añoro el fervor y los colores patrios en todas las casas y edificios de mi Villahermosa, y la Plaza de Armas abarrotada del pueblo las noches del 15 de septiembre, fervor sofocado por las teorías globalizantes neoliberales o de la patria celestial de los religiosos; fervor que debemos avivar en nuestros hogares, en nuestros centros de trabajo y en nuestras escuelas, y desde luego, en el balcón de mi casa, como en todos años, en septiembre ondean las banderas mexicanas.