El oficio periodístico (II): Ceros de Vicente Riva Palacio, retratos
de la condición humana
¿Qué se necesita para ser periodista en el siglo XXI? Observación cuidadosa de la condición humana en ambientes sociales problemáticos. En el siglo XIX, a lo anterior se le llamaba retrato literario, semblanza o boceto costumbrista. El periodista, en plan de observador que capta detalles finos, ofrecía visiones subjetivas de individuos carismáticos: trazos de carácter que acaso revelaban al público el espíritu de la época. Hoy en día, este tipo de trabajo periodístico casi no se realiza: todo se reduce a mostrar personalidades en planos televisivos o transmisiones de redes virtuales que buscan colorido. La famosa nota de color. Los productores piensan: ´a mayor bullicio y lenguaje altisonante, mejor testimonio por reflejar realismo´.
Si el suceso/noticia depende de personas de carne y hueso, labor periodística crucial es transmitir con exactitud y hondura el carácter de los protagonistas. Quizás el periodismo deportivo realiza esta labor de la mejor manera, en documentales y reportajes. La política comienza a abrirse a esos entretelones de ´personalidad´, aunque no tiene ´sabor´ preciso ni análisis emocional pertinente. Quizás en una época tan visual observamos menos. Este texto quiere retornar a un principio sencillo de comprender, aunque difícil de aplicar: se aprende mucho con sólo mirar atentamente.
Faltan retratos, semblanzas y bocetos de las costumbres en la era digital.
I
Declaración de principios
El General Vicente Riva Palacio (1832-1896) fue combativo liberal del siglo XIX juarista, con obra periodística y literaria de calidad. Hombre de acción y de reflexión, no es sólo el nombre de una calle, para desventura de las nuevas generaciones. Por la labor de divulgación histórica y cultural de AMLO en sus conferencias mañaneras, varios liberales mexicanos salieron del bronce para revivir en la memoria popular. Don Vicente trazó con su pluma retratos de hombres que ahora son también nombres de calles, como ocurrió con él y la legendaria generación liberal.
En 1872, Riva Palacio publicó Los Ceros, título que sacó de un pseudónimo que como bautismo popular le endilgaron en su momento. ¿Qué tipo de periodismo practicaba? Aquí está, claridoso, el impulso de Vicente: "Ni el miedo ni el interés han arrancado nunca una sola frase de mi boca: hoy, cansado del mundo y harto de desengaños, me da la gana alabar a los que lo merecen; a aquellos de quienes nada espero ni nada temo, y con los que la sociedad es injusta, mirándolos con indiferencia". Es curiosa la fecha de publicación de Los Ceros: 1872, año en que murió Benito Juárez.
II
Payno, Prieto y Peza
He aquí -visto por Riva Palacio- al novelista Manuel Payno que en su casa atesoraba un museo de objetos que roían las ratas: "Payno, además de ser enemigo práctico de la pena de muerte, tiene una índole completamente pacífica, celebra con las ratas tratados de paz como los Estados Unidos con los bárbaros, y establece reservaciones, llevándoles personalmente pedazos de pan y de azúcar. Las ratas se civilizan a tal grado, que llegan a comer en su presencia". Esta sensibilidad produjo Los bandidos de Río Frío (1889-1891, por entregas) una de las mejores novelas costumbristas del siglo XIX latinoamericano. Explica Riva Palacio que "un día las ratas se llevaron un tintero" y Payno "trajo un gato a vivir tranquilamente en su biblioteca". Fin del tratado de paz con las ratas.
Como diputado en tribuna, Payno daba clases de templanza: "Jamás orador alguno ha subido a la tribuna con tanta tranquilidad, ni ha tratado al auditorio con más confianza". Para muestra, un botón: "Si están de humor las galerías para interrumpir su discurso y tosen o dan tumultosas señales de aprobación, Payno dice con envidiable tranquilidad: ´pues sí, señor, he de decir la verdad, aunque se enoje todo el mundo´".
Véase esta pintura verbal de don Guillermo Prieto, compañero de batallas de Riva Palacio: "Mi personaje cubre su cabeza con negro y polvoroso sombrero de anchísimas faldas; sus vivos pero pequeños ojos, se cierran y abren diez veces en cada palabra; sobre su nariz que debió ser aguileña, vacilan unos anteojos de varillas de oro; su bigote gris se junta con la piocha en llamas, ocultando unos labios sutiles que a su vez encubren una dentadura que ha sufrido avería". Este último detalle -dientes rotos o picados- humaniza al personaje y lo aleja de las estatuas.
Riva Palacio en su juventud fue compañero de estudios de Juan de Dios Peza, que sin esforzarse mucho salía bien librado en sus pruebas escolares. He aquí la explicación: "sin saber o sabiendo contesto inmediatamente lo que me parece; procuro ligarlo con algo que venga o no venga el caso y brinde materia suficiente para hablar. No permito que me interrumpan y, cuando el catedrático pone atención en un disparate y quiere corregirme, yo ya voy en otro mayor. El tiempo pasa, la concurrencia advierte que no me corrigen y esto se toma como prueba de mi acierto. Salgo aprobado, aunque existan dudas de que conozca la materia, porque no quedan dudas de que tengo audacia y elocuencia". No lo imiten, jóvenes.
Este tipo de retratos requiere pausa y observación analítica. Los Ceros de Riva Palacio son lección de periodismo descriptivo de las personas que producen hechos. Hay poco de esto ya: la prisa moderna quita poder a la mirada.