COMO usted sabe, desde por lo menos quince años Tabasco se colocó entre los estados donde la percepción de inseguridad era de las más altas del país. En un proceso de descomposición que se manifestó desde mediados de los noventa, la violencia delincuencial hizo crisis entre los años 2007 y 2010; no resulta casual que Villahermosa se haya colocado entre las 50 o 60 ciudades “más peligrosas”, y durante un periodo en el primer sitio de sensación de riesgo.
Las más recientes estadísticas de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU/INEGI), indican que la capital tabasqueña es de las seis grandes ciudades en las que disminuyó la percepción de inseguridad. Todavía se ubica en rangos altos (86.8 por ciento), pero la noticia positiva es que existe una creciente baja en los delitos.
Esto implica un incremento de la confianza y da paso a un ciclo virtuoso: a mayor eficacia en el combate a los delitos, mayor credibilidad en los cuerpos policiacos y por lo tanto una disminución en los espacios bajo acecho de la delincuencia.
CERCANÍA Y CONFIANZA
AYER le comenté en esta columna la importancia de las políticas para la recuperación de los espacios públicos. Podría decirse que en eso se sintetiza la acción de gobernar: la presencia de la autoridad, de la ley y de las normas básicas de convivencia. El primer nivel de cercanía de la autoridad con la población debe ser, señalan los expertos, la municipalidad o los mandos comunitarios. Luego, por supuesto, la policía preventiva; ahora también con el agregado de “protección ciudadana”.
Parece que ha quedado en la congeladora aquella propuesta de desparecer las policías municipales, proyecto impulsado por el gobierno de Felipe Calderón; usted recordará que se desató una amplia discusión, incluso legislativa, sobre el “mando único” para centralizar la prevención y el combate a los delitos. Esta idea se ha enfrentado no sólo a problemas de carácter político-partidista (los más de 2 mil 400 municipios en el país están gobernados por los más diversos partidos), sino también operativos. Le centralización aumenta el riesgo de crear aparatos inmovilizados por su propio peso y estructura.
Sin embargo, le decía ayer, hay experiencias en varios países de modelos exitosos para restablecer la paz y la convivencia: algunas ciudades de Colombia, Corea del Sur, España. En México se ha intentado, pero como siempre conspiran contra las buenas intenciones y acciones la falta de continuidad, las rupturas sexenales y de los trienios.
DETERIORO Y MAL DISEÑO
AUNQUE no es un tema que gane los titulares periodísticos, y muchas veces ni siquiera el interés de la reflexión, lo que sucede con los espacios públicos nos involucra directamente todos los días: calles, plazas, parques, jardines, vecindades.
Un Informe Regional de Desarrollo Humano de Naciones Unidas (2013-2014), destacaba que “la forma y la estructura de la ciudad y de sus espacios públicos inciden en la inseguridad”.
¿Por qué?, de acuerdo al mismo estudio se ha demostrado que “la inseguridad urbana se nutre del deterioro y el mal diseño de los espacios públicos, así como de los problemas de localización, de accesibilidad e incluso de la falta de iluminación y de la mala calidad de la infraestructura urbana y de la planeación”.
Es un círculo vicioso, porque si hay inseguridad se abandonan los espacios públicos, pero también la delincuencia se apropia de estos sitios si están desatendidos, olvidados. Es no sólo la presencia de la autoridad, es también la presencia de la comunidad.
Seguramente, paciente lector, usted podrá mencionar tan sólo en Villahermosa y en las ciudades de los otros municipios, espacios en lo que la convivencia se hace imposible. Y no por la falta de normas, porque estas existen a veces en demasía, sino por la falta de quien aplique esas normas. Una tarea pendiente para las autoridades municipales y comunitarias.
Esperemos ver este tema en la agenda de los próximos ayuntamientos.
AL MARGEN
LA TRAGEDIA en Tláhuac, Ciudad de México, debe ser un llamado de atención en varios sentidos: las autoridades deben estar atentas a las expresiones de la población y de los expertos en relación al cuidado y mantenimiento de la infraestructura pública. Obviamente que en la planeación y construcción debe existir un rigor técnico profesional, pero sabiendo que en los recovecos burocráticos anida la corrupción (entendida también como descuido), la voz del pueblo no puede ser echada en saco roto.
Los auditores y peritos independientes darán su veredicto, esperemos que sea con la oportunidad y rapidez que se requiere; pero también deberá hacerse un “barrido” sobre toda la infraestructura de riesgo. Más todavía de aquella que está en el límite de su vida útil o que ha sido rebasada por las circunstancias.
Nos recuerda el diario La Jornada: “Irregularidades en su construcción y financiamiento han marcado la historia de la línea 12 del Metro. A ocho años y medio de su inauguración, ésta es la segunda vez que se suspende el servicio en dicha ruta”. Ahora por un trágico accidente.
Este percance, que enlutó a más de una veintena de hogares, tiene su impacto político; pero eso resulta lo de menos en medio de una tragedia humana. Esperemos aprender las lecciones. (vmsamano@hotmail.com)