La alegría de escuchar

PIENSEN EN LA CITA del filósofo coreano Byung-Chul Han: En el futuro habrá, posiblemente, una profesión que se llamará oyente


YO HABLO. DIGO MIS PALABRAS. Trato de hacerlas interesantes. Y de ser posible halago a quien me escucha. O creo que me escucha. "Tú opinión es importante". "Así como ya lo habías comentado". Pero siempre aparece el inevitable monólogo. Y las más de las veces no nos damos cuenta. Hasta que se despiden. "Tengo algo de prisa, nos vemos luego".

PIENSEN EN LA CITA del filósofo coreano Byung-Chul Han: "En el futuro habrá, posiblemente, una profesión que se llamará oyente. A cambio de pago, el oyente escuchará a otro atendiendo lo que dice. Acudiremos al oyente porque, aparte de él, apenas quedará nadie más que nos escuche".

TAMBIÉN ES CIERTO que callo para escucharte. Dejo que hables. Seas hombre o mujer. Asiento constantemente. Me parece bien lo que dices. Y si creo que lo dices mal, guardo silencio. Me escapo a otros momentos, algunas humedades. Te sientes cómoda o cómodo hablando conmigo. Me doy cuenta y sigo con mi complaciente silencio. Tú hablas. Dices tus verdades. Tus sueños y anhelos. Y lo dices como si estuvieras sola. Con un monólogo asfixiante. Sea así la conciencia el saber que nuestro propio monólogo nos ahoga. Nos deja exhaustos. Porque al final de cuentas interrumpimos con una despedida abrupta. Es que no somos nosotros los que hablamos. Son los apegos, las miopías ideológicas, las ataduras culturales. Pero hablas. Y me parece ver un guiño de las estrellas lejanas.

ELLOS HABLAN. Tienen un discurso preestablecido. Monótonos, dicen lo mismo en todas partes. Acaso adecúen una línea entre mil. Buenos días, buenas tardes. El tiempo es circulante. Y es el griterío de los otros los que llenan los vacíos. Nosotros hablamos. Es un coro inexistente. Como si habláramos sin sonido. Sea una advertencia o prevención de trampas en el camino. Estás en la plaza pública. Y se detienen unos cuántos segundos. Si no es sobre la biblia, es sobre el destino del hombre. Durmientes donde pasa el tren de la explotación, como si nada. Y hay pantallas gigantes. Vamos todos juntos. El precipicio es apenas el inicio del vuelo sideral.

¿Y QUIÉN ESCUCHA? ¿Alguien escucha? Las especies tienen su manera de entenderse en sus individuos. Ningún sonido que emiten es desperdicio. Cada uno de ellos tiene su significado. De alerta, sea así ante el peligro. De miedo, sea así ante lo desconocido. De paz, sea así en la armonía. De guerra, sea así para preservar la vida. De furia, sea por el daño de los otros causado ante los individuos. ¿Y el hombre?

ESCUCHAR ES LA FASE superior. Resplandece sobresaliente el que sabe escuchar. No que permanece en silencio, eso cualquiera. Sino el que está atento a cada sonido, a cada gesto. El que se va imaginando aproximadamente el mundo en general o la situación específica que describe quien habla. Son joyas por encontrar y cuidar. Escuchar es la contrapartida necesaria del habla. Si no se escucha el habla queda como la cara de una moneda de una sola cara.

ESCUCHAR NO ES SER OREJA y oído de la lengua de los otros. Escuchar es ver pájaro cuando se dice pájaro y silla cuando se dice silla. Cuando se dice sufrimiento es ponerse no en el papel de víctima, sino ponerse los zapatos incómodos del otro. Y es allí lo difícil, a lo que no estamos acostumbrados. Además el yo y el ego no tienen tiempo para escuchar, sino lo que les urge es hablar del nuevo logro, del nuevo triunfo. Y allí se explayó como Pedro por una casa ajena, desconsiderado, como si fuera propia. Y está bien la confianza, pero la comunicación radica en otra parte.

ESCUCHAR ES PERMANECER en el vértigo no por uno mismo, sino por la cruz que cargan los otros. Y también el vértigo de saberse parte del sufrimiento y la alegría de los otros. Saber que el abismo es el destino del ser humano y autoempujarse para ver si en el fondo están las respuestas que buscamos inmemoriales. Mi alegría y sufrimiento es síntesis de la suma de todos. Soy en tanto hay otros.

ME GUSTA CUANDO CALLAS y hablas porque piensas. Y si hablas te escucho porque me gusta asomarme a otra lógica de pensamiento, de la que aprendo. Voy viendo, en la escucha, las imágenes que describes. Cuando dices mar, pienso en el mar y en lo salado de su agua. Y luego pienso en las lágrimas. Y me monto en el cometa del que hablas. Porque el pensamiento es un camino de ida y vuelta. El pensamiento de todos es uno solo, con las variantes histórico-culturales. Tiempo, modo y circunstancias, gotas fluyentes del mismo río.

YO ESCRIBO SOBRE el interior de mí mismo, pero no en mi nombre y apellido, sino como el interior de todos y cada uno. Como parte de un todo humano. Puede sonar pretencioso. ¿Pero qué es uno sin los otros? Lo que le pasa a un hombre o mujer en específico, les pasa a todos. Ese otro individuo soy yo mismo, seas tú o alguien más. Todos somos semejantes. De la planta sensible y amorosa. Del animal montuno o doméstico. Todos los seres vivos somos de la misma materia. Polvo de estrellas.

"ESCUCHAR NO ES un acto pasivo. Se caracteriza por una actividad peculiar. Primero tengo que dar la bienvenida al otro, es decir, tengo que afirmar al otro en su alterada. Luego atiendo lo que dice. Escuchar es un prestar, un dar, un don. Es lo único que le ayuda al otro a hablar. No sigue pacíficamente el discurso del otro". Byung- Chuy Han.