TARIFA POR ESCUCHAR 200 pesos la hora. Por platicar 300. Y por acompañar como amigos, 350. Se me ocurren esas tarifas. Otras más caras han de ser por acompañar a eventos. Y estas son tarifas de amateur. De profesionales son mucho más, porque para eso estudiaron varios años en la universidad y los posgrados que han hecho, sea en el país o en el extranjero. ¿No se le hace raro lo del inicio?
ESTAMOS LLEGANDO A LOS TIEMPOS en los que el ser humano, ese zoon apolitikón, o ser indiferente social, se aísla o lo aíslan las prisas de la ciudad, las relaciones de esclavitud en los modos de producción, y va sintiendo cómo le carcome la soledad y llega a situaciones límite donde no puede más con la carga de la vida y en ocasiones se suicida metafóricamente con música de tres notas y dos acordes. En los que la vaca, la misma vaca es el verso central del vacío. Y en el extremo se quita la vida de manera literal. Esto es grave.
LEO LO ANTERIOR, y me digo que estoy perdiendo dinero, si a mí me gusta escuchar. Aunque usted no lo crea puedo pasar tranquilamente tres horas escuchando el monólogo de mi interlocutor (o interlocutora, principalmente) sin interrumpirlo. Y si acaso lo que habla no me interesa o quiero cambiar de monologuista, espero a que respire profundo y me despido adelantando mi mano y diciéndole a la vez que tengo un asunto qué atender.
CIERTO, A VECES TENGO SUERTE, y me encuentro otro igual que yo, que le gusta escuchar, y soy yo el que hablo. Antes me explayaba por varios minutos en mi monólogo con temas de mi interés exclusivo, como novias, amigas, amores, política y viajes al espacio, viajes en el tiempo y política exterior mexicana. Luego me di cuenta que mi interlocutor o interlocutora aprovechaba malamente un suspiro o respiro profundo mío y se despedía atropelladamente. Entonces cambié de estrategia y ahora monologo con temas de interés de quien está al frente de mí.
A VECES DE CIERTA MANERA creo que lo que escribo a diario es como un monólogo. O algo así como un soliloquio. La diferencia es que en la segunda es como si estuviera pensando en voz alta pasando de un tema a otro o de una idea a otra sin relación lógica. Y en la primera es platicar con usted sin que usted esté presente. O estando presente sin que usted hable, sino solo yo. Y si le pregunto algo no me espero a que usted responda, sino a la vez respondo yo a las preguntas que le hago.
ESCUCHAR SÍ QUE ES UN DON o talento. No cualquiera. Nos da siempre por hablar primero, luego hablar como yo, y despedirnos sin que la otra persona haya dicho ni pío. O bien el otro habla pero no lo escucho, sino que espero a que termine su idea o lo interrumpo y sigo yo con mi tema. En expresiones como "a mí me paso lo mismo, y cuento lo mío". O "en cambio a mí me ha pasado que..." O escuchamos para responder, pero no para comprender la posición del otro (o la otra). Y expresiones así. A eso se le llama "el imperio del yo". Y no estaría mal escribir una especie de dos monólogos distintos, pero juntos, de dos personas que platican, pero no se escuchan.
LA MARAVILLA ES EL DIÁLOGO. El mirarse a los ojos cuando se habla. El comprender lo que el otro dice. El ver la película de lo que el otro nos está diciendo con palabras. Y allí sí, interactuar, pero no para defenderse y menos ofenderse. Sino para ensamblar esos dos discursos como si fuera uno solo. Y cuando digo discurso no me refiero a piezas de oratoria, sino en el contexto de dos que platican, y sin estridencias, a lo mejor con un café cada quien, y escuchando música de fondo, blues, jazz, bossa-nova. O cumbionas. O tex-mex. Pero alegres de estar platicando y sin querer que esa plática termine. Mejor las pláticas de miradas tan juntas que parecen cíclopes.
EL TEMA DE HOY SON LAS TARIFAS que me dicen que ya cobran algunas personas por escuchar y por platicar. Muy diferentes las tarifas por acompañar a los candidatos, con descuento especial a los candidotes. Las tarifas por escuchar y platicar deben regularse para no aprovecharse de los solitarios. Por lo general las personas sin recursos mejor utilizan la televisión como fuente de escape. Ellos escuchan y forman sus mundos con los mensajes de las televisoras y sus programas de entretenimiento. Pero que nos escuchen sí que es otra manera civilizada de ser fuente de empleo utilizando los oídos de los demás, como trabajadores profesionales de escuchar. Se ayuda así a una familia. Y se pasa ese tramo de la soledad que mal aconseja.
PUEDE DISCUTIRSE QUE ESO no es nuevo. Que ya hay trabajos de acompañantes. Que hay oficios antiguos que son como compañías de cuerpo a cuerpo. Que hay quienes se rentan para acompañar a fiestas, reuniones o vacaciones. Cierto. Pero esto de escuchar es otra cosa muy distinta. Y saludable para ambas partes. Porque así como el que contrata se siente acompañado y que al fin alguien le escucha. Y el escucha tiene un trabajo que le permite llevar alimentos a su casa. Además que las estadísticas del desempleo bajarían.
POR PLATICAR YA HAY ESOS OFICIOS. Y es por temas especializados. Se les llama conferencias. Cuando es por entretenimiento, se les llama "stand up". Por escuchar no se confunda a sicólogos y siquiatras, ese es otro tema, porque acuden a ellos como profesionistas de la salud emocional y mental, etc. Y que bien que hay esas áreas para la salud. Ahora bien, escuchar por escuchar porque hay soledades que no se extinguen ni con amores, allí entra este oficio de escuchar. Yo sigo aún en prácticas, para luego poner mis tarifas profesionales. De entrada 200 por hora. Si es como "amigos" 300. Y si es escucha como novios, unos 500 pesos. Mi lema "Escuchadores del mundo, ¡uníos!" Porque casi nadie escucha.
PD. A VECES PRACTICO conmigo mismo y me escucho. A veces.