* Años de complicidad y simulación, bajo escrutinio público
* Estrategia: desmantelar el Sistema como ‘sistema de mafias’
* Procesos democráticos, no sólo en las urnas, en la vida diaria
Víctor M. Sámano Labastida
EL SEXENIO de la Cuarta Transformación, en 40 días de gobierno, ha mostrado ir a la caza de un objetivo estructural: la reingeniería del Estado. Corto periodo, extenso objetivo. No es sólo una reingeniería de las finanzas públicas, ni la mera sustitución de un modelo económico. Es mucho más.
En 40 días hemos visto señales de esa reingeniería, con acciones del gobierno que desde la legitimidad electoral busca recuperar el Estado de Derecho. Para ello, AMLO y Morena deben utilizar con intensidad la herramienta del consenso. No lo han hecho en todas las ocasiones, y esto provocó ya una primera sacudida en el sexenio. Son costos sociales por un objetivo que, de lograrse, cambiará el rostro del país. Una operación tan ambiciosa como riesgosa, exige madurez ciudadana…comenzando por la cabeza.
Cobran mayor sentido las palabras de López Obrador en su toma de posesión: “Es un cambio de régimen, no un cambio de gobierno”. Efectivamente, en esas palabras aparece la reingeniería del estado nacional. Se define la reingeniería del estado como “la implementación de un nuevo pacto social, a partir de la legitimidad del actor gubernamental, la recuperación del estado de derecho y la construcción de consenso en torno a las acciones públicas.” (Norberto Bobbio)
La pregunta es: ¿por qué hasta ahora aparece en México el esfuerzo gubernamental por esa reingeniería? Exploremos este punto, crucial para entender el momento político de cambio que se vive.
EN BUSCA DE LA LEGITIMIDAD PERDIDA
EL SISTEMA político tradicional intentó su metamorfosis con la llegada de la tecnocracia al poder. Miguel de la Madrid (1982-1988) propuso la renovación moral como lema de sexenio, desde la simulación y la repetición de errores. Dilapidó el último triunfo contundente de la maquinaria priista, en cifras oficiales: 71% de preferencias, 16 millones 748 mil votos de un total de 23 millones 500 mil. ¿Pudo efectuarse la reingeniería del Estado con los tres elementos que ahora AMLO pone en juego: legitimidad, Estado de Derecho y consenso? No lo sabemos. Fue la última oportunidad del sistema y se desaprovechó.
Lo que siguió careció de legitimidad en las urnas, sin piso parejo (que ya se exigía). Ni Salinas (1988) ni Zedillo (1994) pudieron haber construido esta reingeniería estatal con los tres elementos mencionados. Salinas intentó obtener legitimidad a partir de actos arbitrarios de autoridad que vulneraron el Estado de Derecho. El “consenso” logrado fue producto del autoritarismo: que se notara su dedo fuerte ante otros actores políticos y en elecciones estatales; Zedillo fue el primer presidente sin mayoría en el Congreso, con lo que prefirió –como mal menor- la transición democrática y el control de las variables macroeconómicas con estrategia polémica: el rescate bancario (FOBAPROA). No hubo reingeniería del estado, porque simplemente el país tenía ya un litigio sobre democracia y modelo económico.
LEGITIMIDAD, CON PAN Y SIN PAN
POLÍTICO del cambio en el México del Siglo XXI pudo serlo Vicente Fox. Fue un fracaso. López Obrador llegó a proponer, allá por 1998, para unificar a la oposición, la realización de elecciones primarias interpartidistas. “Si en unas primarias gana Fox, votaría por él”, dijo AMLO. Cuauhtémoc Cárdenas era el nombre de la izquierda. Se trataba de catapultar el relevo generacional con políticos que surgían de las regiones (sin desconocer el conflicto larvado con CCS).
Fox tuvo la legitimidad de la primera transición democrática. Se ahogó en la inmovilidad de un estado de derecho precario y despreció el consenso al refugiarse en las élites. Desde ahí, desde los arreglos cupulares, surgieron Felipe Calderón (2006) y Enrique Peña Nieto (2012), mientras se construía una oposición, cocción lenta, que triunfaría de forma aplastante en 2018: AMLO y Morena, con 30 millones de votos. Ni Calderón (con la sombra del fraude electoral) ni Peña (con un pacto –cupular- por México) pudieron pensar la reingeniería del Estado con sus tres elementos: legitimidad, estado de derecho y consenso.
ENTRE CONSENSOS TE VEAS
CUANDO se habla aquí de consenso, tiene que pensarse en una aprobación más amplia que la surgida desde el poder legislativo. Lo que opera como representación política, no siempre es un clima social de aceptación. Bajo esta perspectiva, es crucial el siguiente elemento: por primera vez, en el siglo XXI mexicano, la representatividad política es también un clima de aceptación social. Lo observamos en la toma de posesión de AMLO, el sábado primero de diciembre, con una fiesta popular de alto simbolismo y diversidad: desde los pueblos originarios, las clases medias y los sectores ciudadanos del llamado círculo rojo.
Espero que se comprenda un poco más, con este rápido recorrido, por qué hasta ahora se intenta la reingeniería del Estado mexicano. El trípode político de legitimidad, Estado de Derecho y consenso, fue madurando lentamente y se expresa ya en forma de acciones de gobierno. Lo demás son síntomas y coyunturas, que deben consignarse: la ejecución de esa reingeniería importa mucho en el corto y mediano plazo. Porque una cosa es que el país se sacuda y otra cosa es que se deshaga entre las manos.
AL MARGEN
MCHAS especulaciones despertó la “asignación” de más de 600 millones de pesos a la radio y televisión tabasqueñas de la CORAT. En realidad fue un error en el Periódico Oficial. La cifra correcta son 60 millones 917 mil pesos, sólo 2 millones más que en 2018.
(vmsamano@yahoo.com.mx)