Los sofistas, como Protágoras y Gorgias, fueron los primeros en estudiar y enseñar técnicas para convencer, aunque su enfoque pragmático (ganar argumentos, no necesariamente buscar la verdad) los hizo polémicos. Fue Aristóteles, quien en el siglo IV a.C., sistematizó la retórica en su obra Retórica, definiéndola como la capacidad de identificar "los medios de persuasión disponibles en cualquier caso".
Para él, la retórica ética debía basarse en tres pilares:
1. Ethos: Credibilidad del orador.
2. Pathos: Apelación a las emociones del público.
3. Logos: Uso de argumentos lógicos.
Este triángulo retórico sigue vigente, pero su aplicación varía según la moralidad de quien lo use.
Elementos Sofistas en la Retórica.
Además de los pilares aristotélicos, la retórica puede incorporar estrategias sofistas como:
1. Kairos: Oportunidad para decir lo correcto en el momento adecuado (discursos en crisis).
2. Simplificación: Reducir problemas complejos a eslóganes memorables.
3. Repetición: Fijar ideas mediante frases recurrentes ("Build the wall").
4. Enemigo común: Unificar a la audiencia contra un adversario (inmigrantes, élites, medios).
Estas herramientas no son inherentemente negativas, pero su manipulación sin ética puede alimentar autoritarismo.
La Retórica de Trump
Donald Trump perfeccionó un estilo retórico que, aunque caótico, logró movilizar a millones. Sus técnicas, analizadas bajo el marco clásico, revelan un uso maquiavélico de la persuasión:
1. Ethos fabricado: Trump se presentó como un "hombre del pueblo" millonario, un outsider que "dice verdades incómodas". Su imagen de empresario exitoso (aunque cuestionable) le dio credibilidad ante sectores desencantados.
2. Pathos explosivo: Apeló al miedo (narrativas de invasión migrante), la nostalgia ("Make America Great Again") y el resentimiento ("Washington nos roba"). Sus mítines eran performances cargados de indignación y esperanza.
3. Logos débil, pero efectivo: Sus argumentos solían carecer de datos verificables ("México envía violadores"), pero usaba anécdotas simples ("Conozco a un hombre en Ohio que perdió su trabajo...").
4. Kairos y escándalo: Dominó ciclos mediáticos con declaraciones explosivas (llamar "país de mierda" a naciones africanas), desviando atención de temas críticos.
Este modelo, aunque heredero de figuras como Joseph McCarthy (caza de comunistas en los 50) o George Wallace (segregacionista en los 60), se distingue por su adaptación a la era digital: tweets virales, memes y desprecio por los hechos.
Líderes Mundiales con Retóricas Similares: Aprendizaje del pasado.
La historia está plagada de ejemplos donde la retórica incendiaria derivó en crisis:
· Adolf Hitler (Alemania): Usó el pathos del orgullo herido tras la Primera Guerra Mundial y creó chivos expiatorios (judíos, comunistas).
o Consecuencia: Genocidio y guerra global.
· Hugo Chávez (Venezuela): Polarizó con un discurso de "ricos vs. pobres" y desmanteló instituciones.
o Consecuencia: Colapso económico y autoritarismo.
· Narendra Modi (India): Combina nacionalismo hindú y ataques a minorías musulmanas.
o Consecuencia: Tensiones religiosas y censura.
En casos recientes:
· Jair Bolsonaro: Despreció el COVID-19 como "gripecita", debilitando la respuesta sanitaria brasileña (más de 700,000 muertes).
· Viktor Orbán: Retórica anti-LGBT y anti-Soros ha justificado leyes represivas en Hungría.
El patrón es claro: líderes que usan la retórica no para unir, sino para dividir y concentrar poder.
Reflexión para México
¿Cómo enfrentar este fenómeno? Para esto, hay cuatro claves principales que la ciudadanía consciente debería de tomar a consideración para enfrentar de forma correcta los discursos de odio y segregación.
1. Educación cívica y mediática: Enseñar desde las aulas a identificar falacias lógicas y apelaciones emocionales vacías.
2. Defender instituciones autónomas: Elecciones libres, prensa independiente y poder judicial fuerte son diques contra el autoritarismo.
3. Diplomacia estratégica: México debe evitar caer en provocaciones (como responder a insultos de Trump con igual violencia retórica), pero sí denunciar discursos de odio contra migrantes.
4. Vigilar líderes locales: Figuras como Samuel García o Eduardo Verástegui han adoptado estilos Trumpistas (eslóganes simplistas, culto a la personalidad).
Retórica, un Arma de Doble Filo
La retórica, como advirtió Aristóteles, no es buena ni mala: depende de su fin. Trump demostró que, en sociedades frustradas, el relato de un salvador que habla "sin filtros" puede ser electoralmente exitoso, pero socialmente devastador. Para México, el desafío es doble: evitar que surjan Trump locales y resistir el impacto de retóricas xenófobas desde EE.UU. contra migrantes y contra nuestra economía.
La solución no es censurar, sino cultivar ciudadanías críticas, capaces de distinguir entre un discurso que construye y uno que solo incendia. Como escribió el poeta mexicano Octavio Paz: "Las palabras son puentes; también son trampas, jaulas, pozos..." Depende de nosotros elegir qué levantar con ellas.