Las encuestas son instrumentos que ayudan a comprender el comportamiento y actitudes políticas en una sociedad compleja; sin embargo, constituyen una mirada estática que no puede abarcar las múltiples dimensiones de la realidad. Son fotografías de la opinión pública en un momento dado, no la predicción del resultado exacto en una futura elección.
Las encuestas de salida y los conteos rápidos son la medición más cercana a los verdaderos resultados de una jornada electoral, dado que colectan datos ya influidos por otros factores, condiciones y variables no medibles en encuestas previas. Siendo la incertidumbre y la aleatoriedad sus elementos clave, el reto metodológico de las encuestas radica en tomar la fotografía más transparente y realista del comportamiento de la población.
Matemáticos, Estadísticos y Científicos de Datos seguimos trabajando e investigando para innovar sobre estrategias y metodologías óptimas de muestreo, y la mejor estimación de parámetros que permitan registrar y cuantificar de manera más precisa el impacto de variables demográficas, socioeconómicas, políticas o culturales en la decisión del voto y los resultados de las elecciones. La participación y el abstencionismo, el cambio de voto en último momento, los votos nulos, el voto de castigo y el voto útil son algunas de estas variables.
Tras las desafortunadas elecciones federales y locales de 1988 y 1994, la industria de las encuestas electorales comenzó a crecer y consolidarse. A mediados de los años 90s surgían importantes casas como Mitofsky, Demoscopia y De Las Heras; periódicos como Reforma y El Universal fortalecían sus áreas de investigación, comenzando a medir de periódicamente temas como la aprobación presidencial.
Con la Reforma Electoral de 1997 y la Elección Presidencial del 2000 se fortalecieron las instituciones electorales, y con los cambios, la ciudadanía pudo elegir por primera vez un presidente surgido de la oposición. Después de 2010, compañías de Ciencia De Datos, como Datametrika, empezaron a incursionar en la auscultación de candidatos aprovechando su alto nivel científico y los modernos recursos tecnológicos para diseñar y utilizar sistemas de información geoestadística, ofreciendo servicios y productos de alta calidad en el muestreo y entrevistas cara-a-cara; estudios de opinión mas precisos y confiables, con óptimas cobertura y representatividad.
Sin embargo, en los últimos años, el prestigio y seriedad del gremio se han visto comprometidos, debido a encuestadoras oportunistas y expertos improvisados que manipulan preferencias de candidatos y de marcas, invocando pseudoestudios realizados vía telefónica o por redes sociales.
Pero aún con los últimos avances, recursos y el mejor equipo, siempre habrá una probabilidad sustancial de alejarse de la realidad. Debido principalmente a fenómenos impredecibles que detonan en la efervescencia electoral. Ejemplos de desatinos y limitada precisión ocurrieron en las pasadas elecciones de Coahuila y Estado de México, principalmente a causa del abstencionismo, la división y el voto de castigo.
Las encuestas preelectorales inferían una participación de hasta el 60% de los votantes, pero en la jornada solo un poco más del 40% sufragó. En vísperas de la elección, la ganadora en Estado de México celebraba anticipadamente; pues las encuestadoras la favorecían por al menos 20 puntos, estimando que 3 de 4 mexiquenses votarían por el cambio. Si ganó, pero con apenas el 8% y un Congreso en manos de la oposición.
En Coahuila, el deseo de cambio se registraba en las encuestas a razón de 2 de cada 3 ciudadanos; sin embargo, la continuidad prevaleció, superando con 3 y hasta 4 veces los votos por el cambio.
El ánimo de ir a votar es tan impredecible como nuestras propias emociones encontradas. Una victoria pírrica no es un triunfo como tal, y un enorme ejército seguro ganador puede ser dividido y aplastado por una reducida falange.
Confiar en las encuesta es bueno, pero no confiarles a ciegas es mejor. ( drulin@datametrika.com/ Investigador Titular, UJAT/ Director General, Datametrika Co.)