Al escribir o hablar sobre Sistemas Electorales, la pregunta de inicio que uno se plantea para mejor entendimiento, es ¿Qué es o en qué consiste un sistema electoral? En esa tesitura vale decir que es un conjunto de reglas establecidas en la Constitución, en la legislación electoral y en las disposiciones normativas derivadas de ésta, para regular un proceso electoral, donde se definen las funciones básicas de quienes tienen derecho a votar y ser votados, de cuántos votos dispone cada elector, el número de representantes que se eligen, cómo se determinan las demarcaciones electorales y cuántas candidaturas se eligen por cada una de ellas, el organismo electoral responsable de organizar las elecciones, la temporalidad de las precampañas y campañas, el día de la jornada electoral, la autoridad encargada de resolver los conflictos electorales, etc.
Es la guía normativa de todo lo que compete al proceso electoral desde que comienza hasta que termina y tiene por objeto transformar los votos en escaño o en órganos de gobierno, procurando alinear los principios básicos de representatividad, gobernabilidad y rendición de cuentas.
La representatividad es entendida aquí, como la capacidad de los actores y partidos políticos para obtener votos por su desempeño, traducidos en premio de la ciudadanía por su actuación en la colectividad; por su parte, la gobernabilidad busca generar mayorías políticas estables con las cuales negociar para instrumentar acciones de gobierno; y la rendición de cuentas permite a la ciudadanía la posibilidad de castigar las acciones u omisiones negativas de sus representantes o gobernantes.
Los sistemas electorales influyen en el comportamiento de los partidos políticos tanto en lo interno como en su relación entre sí y un ejemplo de lo primero es la forma como los partidos seleccionan sus candidaturas y de lo segundo, la equidad en la contienda; pero la influencia es también de vuelta, es decir, se da también del sistema de partidos hacia el sistema electoral.
Quienes diseñan e instauran el sistema electoral a través de los parlamentos son los partidos políticos, para lo cual, toman sobre el asunto el pulso de la sociedad, porque de lo contrario, un sistema electoral concebido sin su concurso, generaría problemas adicionales a la relación de partidos, candidatos y ciudadanía, que tornarían problemático su desarrollo.
La instauración, cambio o modificación de un sistema electoral siempre suscita debate y es natural que así sea, porque eso facilita o dificulta la preservación del poder político de determinados entes o la conquista de espacios de otros e incluso puede poner en aprietos la existencia de ciertos partidos minoritarios.
Existen fundamentalmente tres tipos de sistemas electorales: mayoritario en su versión de mayoría relativa y de mayoría absoluta, proporcional y mixto.
En el sistema de mayoría relativa, quien obtiene más votos gana, así sea por un porcentaje reducido de la lista nominal de electores y en el de mayoría absoluta para ganar se necesita cuando menos el 50% más 1 de los votos, en cuyo caso normalmente se requiere una segunda vuelta en la que participan las dos candidaturas y/o partidos que hayan obtenido la votación más alta, salvo en aquellos países en los que para evitar la segunda vuelta tienen establecido un porcentaje menor, como Costa Rica con más del 40% para la elección presidencial o en las legislativas de Francia donde se requiere superar el 25% de la lista de electores del distrito.
Con el sistema de representación proporcional se busca que la cantidad de votos obtenidos por cada partido se refleje realmente en escaños; esto es, se procura reducir a su mínima expresión tanto la sobrerrepresentación como la subrepresentación, aplicándose por lo general para la repartición de los escaños, el denominado método D´ Hondt.
En este sistema hay por lo menos tres cuestiones a destacar que influyen en la proporcionalidad: el umbral mínimo de votación para participar en la distribución de escaños, la participación o no del partido mayoritario en la repartición de curules y el número de circunscripciones plurinominales, dado que entre más existan, hay más pérdida de votos.
El sistema electoral mixto, es producto de la combinación del sistema electoral de mayoría con el de representación proporcional. Es el que tenemos en nuestro país con dominante mayoritario.
En México el porcentaje mínimo de votación que se requiere para participar en la distribución de escaños, es del 3%; el partido mayoritario sí participa de la repartición de escaños por representación proporcional, salvo que entre ambos principios haya logrado más de 300 diputados federales y en lo local conquiste el triunfo en los 21 distritos uninominales y hay 5 circunscripciones para la asignación de diputados federales de representación proporcional, con sus consecuentes votos residuos, que serían de mucho menor cuantía si hubiera una sola circunscripción.