Este 14 de marzo celebramos el Día Mundial de las Matemáticas, en honor al número Pi, cuyas primeras cifras son 3 y 14; tercer mes en su decimocuarto día. Pi es uno de los números más hermosos, admirables y enigmáticos de todos los tiempos, una constante aún desconocida en sus últimas cifras y revelada cada vez con más frecuencia en los nuevos hallazgos de la física, biología, química, geología, biomedicina, etc. Y es que sin matemáticas no hay ciencia ni tecnología, tampoco desarrollo ni futuro; son un bien estratégico multiplicador que acelera la productividad, impulsa el crecimiento económico y la calidad de vida.
Toda actividad laboral y productiva se beneficia de ellas, de manera transversal inciden directamente sobre cualquier sector y ámbito. Por ejemplo, en el diseño, modelación y simulación de prototipos, productos y servicios, añadiendo mayor precisión en la fabricación y calidad, como en la industria automotriz y la manufactura; en la optimización de procesos productivos y de gestión, reduciendo costos, advirtiendo fallas y mejorando la eficiencia. En la ciencia de datos, analizando datos masivos y complejos, modelando variables relevantes para medir riesgos y predecir escenarios favorables a mediano y largo plazo.
Actualmente, las actividades económicas que muestran un mayor impacto de las matemáticas son la informática, las finanzas, las telecomunicaciones, el transporte, la biotecnología y la industria energética. Según el último estudio realizado por la consultora AFI Analistas Financieros Internacionales y la Red Estratégica en Matemáticas Europea, las matemáticas son ya claramente responsables de millones de empleos directos e indirectos, rebasando el 10% de la fuerza laboral en países desarrollados como Reino Unido, Francia y Países Bajos; y con tasas cercanas al 7% en economías medianas como España.
En términos de la riqueza que generan, el impacto de las actividades productivas con intensidad matemática se sitúa en un 10% del PIB para economías como la española, superando el 20% si se añaden efectos de arrastre, colaterales e indirectos. Esta cifra son menores comparadas con el impulso que las matemáticas proveen a economías de esos mismos países del norte de Europa; donde su contribución directa e indirecta al PIB ronda el 40%.
Ahora, percápitamente, los salarios sí dependen de las matemáticas. Estudios globales especializados como los de The Atlantic Magazine y Edimburgo University evidencian la relación directa entre el dominio de conceptos matemáticos y el éxito socioeconómico. Las habilidades matemáticas, científicas y de comprensión lectora se correlacionan con un aumento en los ingresos durante la vida laboral, del 20 y hasta más de 30%, dependiendo del sector o actividad productiva. Sin embargo, las ciencias como palanca de desarrollo y crecimiento económico aún no permea en nuestras políticas públicas y estrategias de desarrollo; es más, pareciera que la idea es asfixiar a la prestigiada comunidad matemática y científica mexicana con lacerantes recortes, abandono y escasa inversión. Mientras los más desarrollados y emergentes destinan más del 4% de su PIB a la ciencia e investigación, México apenas un indolente 0.4%; ocupando los últimos lugares entre los 38 países más importantes de la esfera (OCDE).
Si tan solo invirtiéramos el 1% de nuestra riqueza, el valor económico, directo e indirecto, de las matemáticas aportaría más del 5% al PIB nacional, compitiendo de cerca con el 7% promedio con que PEMEX ha contribuido en el último lustro. Las matemáticas generan fortaleza y capacidad intelectual para aprender, dominar e innovar cualquier oficio o profesión; por ello nuestras políticas económicas no deben desvirtuar el gasto social como negocio clientelar del voto-pobreza, deben orientarse de manera certera y con alta inversión creciente hacia los talentos, habilidades y competitividad de nuestra fuerza laboral. Si el capital humano es la riqueza más grande de una nación, las ciencias serán su fortuna. ( drulin@datametrika.com/ Investigador Titular, UJAT/ Director General, Datametrika Co.)