Este día el PRI, el otrora partidazo (qué tiempos aquellos), inicia su proceso interno para elegir a los candidatos que contenderán por la gubernatura, las 17 presidencias municipales y las 21 diputaciones de mayoría.
Llega a esta etapa en su peor momento, carente de cuadros competitivos y una merma considerable de militantes. El panorama no pinta bien para el tricolor. Lo dicen los resultados de los últimos procesos electorales y lo vaticinan las encuestas.
Pero hoy se reunirá el Consejo Político Estatal para definir a quienes lo representarán en la jornada electoral del próximo dos de junio. Muchos de sus cuadros valiosos ya no militan en ese partido, se han ido para sumarse a otros institutos políticos y otros simplemente se han alejado para no tener ninguna relación con los que hoy dirigen al priismo tabasqueño.
Antes, el PRI marcaba y definía los tiempos electorales. Toda la clase política esperaba que el gran tlatoani, el presidente de la República en funciones, cuando ellos gobernaban el país, señalara con su dedo flamígero al ungido.
Destapado el candidato presidencial o a la gubernatura, la cargada se manifestaba en todo su esplendor. Todo el aparato del Estado y abundantes recursos públicos, más el fraude electoral, por si fuera necesario, contribuían a que los elegidos fueran los próximos gobernantes en turno.
Hoy, la historia es otra, muy distinta de aquellos gloriosos tiempos. El PRI por primera vez no tendrá candidato presidencial propio, sino que irá con una panistacobijada por una coalición opositora.
Hoy, el Revolucionario Institucional es el único de los partidos que competirán por la gubernatura que no ha elegido candidato a gobernador, hecho impensable en otras épocas.
El PRI se halla en una encrucijada. Sabe que tiene que elegir a lo mejor de su elenco o pierde el registro, porque los números que arrojan las encuestas auguran los peores vaticinios. Conservar o perder el registro, el gran dilema.