Las enfermedades autoinmunes son trastornos en los que el sistema inmunitario ataca al cuerpo por error, confundiendo células sanas con células extrañas. En circunstancias normales, el sistema inmune produce proteínas llamadas anticuerpos que contribuyen a la identificación y lucha contra gérmenes, tales como bacterias, hongos y virus. Sin embargo, por algún fallo puede liberar anticuerpos que señalicen a las células sanas, y ahí se desencadena la enfermedad.
Existen más de 80 tipos de enfermedades autoinmunes capaces de afectar a diferentes partes del cuerpo. Aun con su diversidad, suele ser difícil su diagnóstico debido a que muchas de ellas tienen los mismos síntomas. Asimismo, son más comunes en mujeres y, en muchos casos, son hereditarias.
Las enfermedades autoinmunes más comunes incluyen la diabetes tipo 1, la artritis reumatoide (afecta a las articulaciones, causando dolor, hinchazón y rigidez), psoriasis/artritis psoriásica (causa la aparición de placas rojas, escamosas y gruesas en la piel), la esclerosis múltiple (daña al sistema nervioso central, deteriorando la capa protectora de las neuronas) y el lupus (ataca a múltiples órganos y sistemas del cuerpo, incluyendo la piel, las articulaciones, los riñones y el corazón). Otra enfermedad autoinmune frecuente es la enfermedad inflamatoria intestinal, que se divide en dos tipos. En primer lugar, está la enfermedad de Crohn, cuyos síntomas pueden aparecer y desaparecer por períodos e incluyen comúnmente dolor abdominal, diarrea, pérdida de peso, fatiga y fiebre. En segundo lugar, existe la colitis ulcerosa, que afecta exclusivamente al colon y recto, generalmente comenzando en el recto y extendiéndose hacia arriba. Por otra parte, vale la pena mencionar la celiaquía, una enfermedad autoinmune desatada por la ingesta del gluten: una proteína presente en la cebada, el centeno y el trigo. Esta intolerancia termina por dañar el intestino delgado y, por tanto, altera la absorción de nutrientes.
El sistema inmunitario está compuesto por una red de células y moléculas que trabajan en conjunto para identificar y eliminar patógenos. Para ello, utiliza un sistema de reconocimiento complejo que distingue entre lo propio (células del cuerpo) y lo extraño (agentes externos). Las causas exactas de las enfermedades autoinmunes aún no se comprenden por completo. No obstante, se cree que una combinación de factores genéticos, ambientales y desencadenantes específicos puede confabular en el desarrollo de estas afecciones.
Algunas personas tienen una predisposición genética a desarrollar enfermedades autoinmunes. Es decir, heredan genes que aumentan su susceptibilidad a ellas. De manera simultánea, ciertos factores del entorno, como infecciones, exposición a toxinas o estrés pueden actuar como detonantes en las personas con dicha predisposición genética.
Ciertas infecciones, como la infección por estreptococo, se han relacionado con el desarrollo de enfermedades autoinmunes, incluidas la artritis reumatoide y la diabetes tipo 1. La exposición a toxinas ambientales, como el mercurio, el asbesto y los pesticidas, también se ha relacionado con una mayor probabilidad de padecerlas. Por su parte, algunos estudios sugieren que una dieta rica en grasas saturadas y azúcares refinados puede ser un factor de riesgo para que se produzca una enfermedad autoinmune, mientras que una alimentación rica en frutas, verduras y fibra puede ser una barrera de protección. El estrés crónico puede debilitar el sistema inmunitario y hacerlo más propenso a errar y atacar tejidos sanos. Más recientemente, se ha demostrado que los cambios en la composición de la microbiota, que no es más que la comunidad de bacterias que viven en nuestro intestino, pueden estar relacionados con el desarrollo de enfermedades autoinmunes. Esta hipótesis nació por las diferencias observadas entre la microbiota intestinal de personas sanas y la de pacientes con enfermedades autoinmunes, como la enfermedad inflamatoria intestinal y la artritis reumatoide.
Si bien no hay una cura para las enfermedades autoinmunes, existen tratamientos que pueden ayudar a controlar los síntomas, prevenir el daño tisular y mejorar la calidad de vida. Por supuesto, varían según el tipo de enfermedad y la gravedad de la sintomatología. Por lo general, se habla de distintos tipos de medicamentos que pueden controlar la inflamación y la actividad inmune. Estos incluyen, a grandes rasgos, medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), corticosteroides, inmunosupresores y medicamentos biológicos.
Como tantas otras enfermedades, las autoinmunes pueden parecer injustas por estar tan fuera del control del paciente. Sin embargo, sí es posible adoptar un estilo de vida que integre una dieta balanceada, actividad física y buenos hábitos de control del estrés para hacerles frente y sobrellevar los síntomas; no es que sea sencillo, sino que a eso se debe aspirar. Será necesario buscar nuevas terapias y enfoques para las enfermedades autoinmunes, a la par de tratamientos menos hostiles. Es un sector de la patología especialmente complicado por lo enigmática que ya es de por sí la inmunidad, pero esto también lo hace un panorama con mucho por aprender. (jorgequirozcasanova@gmail.com)