Cuando cierto día saludé al ingeniero Alfonso Valdivia, como siempre lo hacía, con un "Jefe, ¿cómo está?", mi hija Ale me preguntó: "Papá, ¿él es tu jefe?", le respondí que no, pero como si lo fuera, porque muchos éxitos alcanzados en los últimos años en la Asociación Tabasqueña de Periodistas se debían a su don de gente, solidario y siempre amigo.
No era ingeniero, pero todos le decíamos así. Alguna vez nos explicó, a mi compadre Fernando Valdés y a mi, lo que había estudiado, y no era una ingeniería, sin embargo alguien le empezó a llamar "ingeniero" y así se quedó.
Tampoco era periodista, pero sabía del oficio tanto como el que más. Conocía a muchos periodistas y comunicadores, a todos llamaba por sus nombres, a todos le daba la mano.
Hace como 25 años conocí al Jefe Valdivia cuando Luis García de la Cruz me lo presentó en el hotel Viva, su casa. "El ingeniero va a apoyar mucho a la ATP", me recomendó Luis y no se equivocó.
Desde entonces nunca dejó de hacerlo.
El 5 de octubre fue la última vez que hablé con él vía teléfono celular.
Me contestó como siempre: "A sus órdenes, jefe" y le respondí con un "Jefe, ¿cómo ha estado? no lo he visto".
Ahí vamos -me dijo- ¿en qué te puedo servir? Le expliqué de lo que se trataba y quedamos en volver a comunicarnos. Tardamos poco más de dos minutos. Ya no volvimos a hablar.
La madrugada de hoy 22 de octubre, el Jefe Valdivia partió a encontrarse con el Padre. Gran amigo, gran ser humano, gran persona.
Descanse en paz, Jefe.