La figura paterna es fundamental para la salud mental de los niños, pues una paternidad con una crianza disciplinaria y amorosa hace más seguros a los menores de edad dentro de casa, pero también fuera de ella, incluso los pequeños mejoran su control de emociones y al tiempo que les permite socializar más allá de las enseñanzas de mamá. Un padre presente es capaz de confirmar la existencia del niño a través del amor, del cariño y la protección, ayuda a equilibrar la figura materna, pues le proporciona, al hijo, el desapego necesario para lograr su independencia y desarrollar habilidades en su relación de yo con el mundo externo.
La paternidad se ha ido transformando a lo largo de los años. En el pasado se consideraba que la paternidad era generar exclusivamente los recursos materiales para la familia, el ser proveedores económicos y nada más; se creía que el padre cumplía con su paternidad si tenía a su familia bien económicamente. Sin embargo, el concepto de paternidad ha cambiado, especialmente en los hombres más jóvenes, y ahora está relacionado con invertir más tiempo con los hijos, participar en su crianza, su cuidado y su educación.
Estos cambios, no solo beneficia a los hijos, sino también a los adultos. Los hombres pueden relacionarse mejor con su familia y con la sociedad, se sienten valorados por ser ellos mismos y no por los recursos que generan.
Pero la ausencia física o emocional del padre puede ser remediada si se tiene un equilibrio entre los tres componentes básicos de la crianza: el cuidado y el amor, la autoridad y los límites, el juego y el entretenimiento
Sin embargo, si el padre no está presente (aunque viva en la misma casa) o abandonó a su familia, falleció o se divorció, la mujer puede realizar los tres componentes básicos de la crianza, pero la clave está en tener bien delimitadas cada una de ellas. También es posible, que otra persona ejecute alguna de ellas. Por ejemplo, un padrastro, tío, abuelo o cuñado puede ser quien brinde autoridad y ponga los límites al niño; o bien, participe en el juego y el entretenimiento y que la madre ejerza el amor y el cuidado.
Lamentablemente, cuando ambos padres trabajan o la mamá (soltera, divorciada o viuda) está muy ocupada, no puede haber un equilibrio y, en consecuencia, dejan a la televisión o a los videojuegos como el responsable del juego y entretenimiento. Por ello, el cuidado y el amor son escasos así como los límites y la autoridad. Y es cuando surge un desequilibrio en los niños, en las familias y en la sociedad, por ejemplo, es común que cuando los padres se divorcian, y al papá le toca un fin de semana, el señor sea solo la persona que juega y entretiene a los niños, pero no les pone límites, ni los educa, ni los cría y cuando regresan a casa de su mamá (donde sí debería haber límites, autoridad, cuidado y amor) los niños estén en descontrol.
Es imprescindible entonces generar equilibrio en las figuras paterna y materna y que la prioridad sea el amor pero simpre dentro de los límites de la disciplina. La figura paterna es es igual de necesaria que la figura materna para el desarrollo saludable de los menores. (Psiquiatra/Paidopsiquiatra.)