El golpe autoritario al CIDE ha sido consumado de la manera más grotesca posible. Los integrantes de la Asamblea General de Asociados ignoraron y violaron la normatividad que rige la vida de la institución para aprobar modificaciones al estatuto que avalan el nombramiento ilegal de su director y eliminan el carácter colegiado de los procesos de toma de decisiones del organismo. El reconocido historiador Jean Meyer calificó el hecho de “golpe de estado”. No por pequeña, la institución carece de importancia; el embate, por tanto, no es menor. El CIDE es una institución de docencia e investigación que ha formado cuadros importantes para el país y que goza de alto prestigio, nacional e internacionalmente. Para entender este ataque hay que analizar algunas de sus dimensiones.
En primer lugar, es una afrenta que ha sido orquestada desde el CONACyT en respuesta directa a las acusaciones que el presidente ha hecho en contra de ésta y otras instituciones educativas. En una de sus mañaneras, López Obrador acusó, falseando hechos y sin ofrecer pruebas, que el instituto había sido cómplice de los gobiernos neoliberales por omisión. La institución “se derechizó” según el presidente. El ataque escaló a pesar de que Mauricio Merino, quien fue profesor de la institución y estuvo a cargo de la división de Administración Pública desde 2006 a 2011, desmintiera las afirmaciones del presidente presentando una muestra de las múltiples obras críticas del neoliberalismo que los investigadores del instituto han producido. Es un golpe, pues, que responde a una estrategia gubernamental para controlar y reorientar la educación superior del país.
La imposición del director del centro no es condenable únicamente por tratarse de un acto ilegal y autoritario. Tiene también implicaciones para el desarrollo académico de la institución. Un buen número de los integrantes del cuerpo profesoral del CIDE ha descalificado a José Antonio Romero Tellaeche y al plan de trabajo que ha presentado. No está en línea con la larga historia de excelencia de la institución.
El CIDE no es la única institución señalada por el presidente. La Universidad Nacional, en la apreciación del presidente, también es una institución que se ha “derechizado” y olvidado su “compromiso con el pueblo”. A finales del año próximo, la UNAM deberá elegir a un nuevo rector y no es difícil presumir que habrá presiones para que el sucesor del doctor Enrique Graue resulte ser alguien del agrado del presidente y que esté de acuerdo en que la educación no debe formar a los estudiantes en el “aspiracionismo” que los conduce a perderse en el “materialismo”. El proceso ahí no resultará tan sencillo como en el CIDE porque el rector es elegido por una Junta de Gobierno que está compuesta por quince miembros distinguidos de la comunidad universitaria. ¿Se optará por movilizaciones de grupos dentro de la institución? ¿Se presionará individualmente a los integrantes de la Junta? Es difícil saberlo, pero lo sucedido en el CIDE conduce a pensar que la transición de la Universidad Nacional no será tersa. Un par de datos que incrementan la preocupación: uno, la elección del nuevo rector ocurrirá en la víspera de la elección presidencial y, dos, el actual rector refutó, en su momento, las acusaciones del presidente.
Si como imagina el presidente, el neoliberalismo como fuerza corruptora se ha asentado en las instituciones de educación superior, habrá que eliminarlo y sustituirlo por una filosofía educativa “humanista” como gusta de calificarla. Esto significa que se pretenderá ideologizar la educación para hacerla afín al proyecto gubernamental. Así pues, estamos probablemente en las vísperas de la promoción en la educación superior del pensamiento único y del ataque a la pluralidad y la diversidad. Peligran aún más la crítica y el disenso.
Por último, no hay que dejar pasar la forma en la que las modificaciones fueron aprobadas. No extrañan los votos favorables de las secretarías de Hacienda, Energía y Educación y del Fondo de Cultura Económica, pero sí el voto en contra de la Secretaría de Economía. ¿Fricciones dentro del equipo presidencial? ¿Por qué esta secretaría se manifestó en contra? Tatiana Clouthier es considerada cercana al presidente. El voto en contra de El Colegio de México tampoco sorprendió, pero no deja de preocupar: ¿votó de esa manera porque prevé que la cruzada podría alcanzarle? ¿Votar en ese sentido no convierte a la institución en enemiga del gobierno? ¿Deberán empezar a preocuparse los integrantes de ese centro educativo? Por otro lado, la abstención del Banco de México no deja buen sabor de boca. ¿La nueva gobernadora no quiere irritar al presidente? ¿El voto es indicador de la nueva política de la institución?
Las implicaciones de este severo golpe al CIDE pronto se harán visibles y presentes.