Como un espaldarazo sangriento a la "tesis" de la oposición de que, no hay en México condiciones de seguridad para celebrar una contienda electoral han de interpretarse las acciones de alto impacto mediático del crimen organizado.
A punta de balazos apoya así el narco a una derecha a la que, por más que insista en el discurso del miedo y ante la inminencia de una aplastante derrota, solo le resta hacer una apuesta que le será imposible ganar: envilecer y dinamitar los comicios.
Fracasarán también en este intento Xóchitl Gálvez y los conservadores. De eso dan testimonio las multitudes que, a lo largo y ancho del país, acuden a expresar su apoyo a Claudia Sheinbaum y se pronuncian por continuar y profundizar la 4ª transformación de la vida pública de México.
No arrebatarán, unos cuantos y a tiros, la libertad a este pueblo.
No le quitará la oposición a las grandes mayorías, con sus llamados histéricos y sus mentiras, su derecho a decidir, libre y limpiamente en las urnas, el destino de este país.
No es la temeridad la que mueve a la gente a salir a las calles; es la certeza de que el país se transforma, es la conciencia de que solo la justicia y el bienestar compartido traerán la paz.
Por su parte solo de miedo habla Xóchitl, pero no lo hace para prevenirlo sino, por el contrario, para esparcirlo, sembrarlo y contagiarlo, a través de los medios de comunicación a su servicio y de las redes de las que se han apropiado, a grandes masas de población.
Y es que el miedo, esa emoción básica que con otros animales compartimos, nubla la razón y se contrapone al libre ejercicio democrático pues hace a los individuos reaccionar instintivamente; los mueve a huir o a atacar en manada.
No busca pues la candidata del PRI y el PAN "liberarnos" del miedo; pretende esclavizarnos a él para obligarnos a retroceder hacia ese pasado de autoritarismo y corrupción contra el que nos pronunciamos en el 2018.
No hay alegato más elocuente a favor del uso de la fuerza, por la que aboga constantemente Xóchitl y que constituye su única promesa, ni mayor servicio a la causa del miedo que predica, que asesinatos, como el de la candidata de Morena a la Presidencia Municipal de Celaya; la compañera Gisela Gaytán.
Habrá, estoy seguro, quien caiga en esa trampa, pero serán minoría.
Abogarán esas y esos pocos, infectados de miedo, por la aplicación inmediata de medidas de fuerza como si con la fuerza, para combatir al crimen organizado, se hubiera conseguido algo más que fortalecer a los carteles de la droga y derramar sangre a raudales.
Rasgarán sus vestiduras, reafirmando así su papel como voceros de la campaña de Xóchitl y como viles repetidores del discurso del miedo, los más influyentes líderes de opinión.
Desde su escondite en España alzará histérico la voz Felipe Calderón para hablar de esa violencia de la que él es responsable directo. Nada dirá, por supuesto, de cómo con Genero García Luna sentado a su diestra, presidió un narcogobierno.
Y si de gobernar sin mandar, como sucedía con Calderón y García Luna, hablamos, es preciso señalar, como bien dice Andrés Manuel López Obrador, que el gobernador panista de Guanajuato Diego Sinhue gobierna, pero no manda en esa entidad.
Ahí el que impone su voluntad, desde 2009, es el fiscal Carlos Zamarripa quien se quedará en el cargo hasta el 2028.
Nada hicieron, ni Zamarripa ni Sinhue para proteger a Gisela Gaytán.
Tanto el gobernador como el fiscal ignoraron las peticiones, que en cumplimiento al protocolo establecido por el INE, se hicieron oportunamente, para que brindaran seguridad a la candidata.
Sabían que había sido amenazada; aun así, se cruzaron de brazos.
No se arredró la candidata y salió a hacer campaña; "me va a cuidar la gente" dijo y así fue; la gente, valiente, consciente y decidida salió con ella a las calles de la ciudad más violenta del país.
A Gisela, al pueblo de Guanajuato, al pueblo de México le falló el gobierno panista, le falló ese mismo partido al que Xóchitl representa.