Me ha gustado mucho el breve y sustancioso discurso del presidente López Obrador frente al presidente Biden y el primer ministro Trudeau en la Casa Blanca, con motivo de la Cumbre Norteamericana.
Primero, porque ha hecho suyo sin reticencia el Tratado de Libre Comercio que rige la zona y ha propuesto ampliarlo para hacerlo todo lo competitivo que puede ser. Es un refrendo estratégico: México debe profundizar el rumbo tomado con el Nafta en 1994, ese es el camino a seguir para México.
Segundo, porque hizo un deslinde claro frente a China como un poder emergente con el que México no quiere aliarse, al menos no en este momento, con lo cual tocó una tecla clave de piano del presidente Biden, y mostró claridad de miras sobre los riesgos de esa nueva guerra fría en marcha y sobre el lugar donde México debe ponerse.
Tercero, porque incluyó como una pieza central en el juego de la competencia con China el factor de los migrantes mexicanos; porque se asoció, en esto también, con el proyecto de legalización migratoria del presidente Biden; y porque este planteamiento no vino de la mano de nuestro reclamo quejoso habitual de justicia y respeto a los derechos humanos, queja justa y fundamental, sino en el marco de una visión estratégica de productividad de la región.
El presidente Biden tiene hoy en la mano el proyecto de inversión de infraestructura más ambicioso de la historia de América del Norte. No habrá mejores aliados productivos de esa enorme inversión en territorio estadunidense que los experimentados y productivos trabajadores migrantes mexicanos. Salvo que son ilegales. Pues legalicémoslos, dijo López Obrador, en beneficio de todos; una oferta de ganancia para todos.
Cuarto, porque el discurso tenía cifras sólidas y elocuentes, cosa infrecuente en la palabra presidencial. Ojalá se trate de un nuevo inicio en la materia.
Quinto, porque fue un discurso dicho con pausada y convincente elocuencia, sin asomo de irritación, reclamo o victimismo: un discurso dicho, efectivamente, por quien habla entre iguales.
Los discursos no son la realidad, pero la realidad de este discurso no creo que deba ignorarse. Hay que tomar nota de él y esperar decisiones de gobierno consecuentes.