Hay veces que ya no sabe uno que decir...o que pensar. Sobre todo, cuando vemos cómo son ventilados algunos asuntos que -por su particular relevancia-, si fueran abordados de distinta forma posiblemente los resultados serían aplaudidos por toda la sociedad.
Por ejemplo, cuando se observa lo ocurrido en la sesión celebrada en el Senado de la República, que inició el pasado 24 de octubre y concluyó al día siguiente y en la que se analizó y discutió la iniciativa de reforma a los artículos 1º, 103, 105 y 107 Constitucionales, propuesta por el coordinador de los senadores morenistas Adán Augusto López Hernández, el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Gutiérrez Luna y el presidente de la Junta de Coordinación Política (Jucopo) en la Cámara de Diputados, Ricardo Monreal Avila.
Sesión en la cual --para no variar— se repitieron imágenes de descalificaciones, gritería, uso de pancartas, altavoces, burlas, insultos, toma de la tribuna, empujones, amén de interrupciones y recesos; dimes y diretes, todo ello en un ambiente ríspido y ensordecedor que por momentos impedía oír con claridad a los oradores, todo convertido en un verdadero pandemónium.
Al final, el anuncio del resultado de la votación y la algarabía y júbilo de los senadores de mayoría por haber logrado vencer a los de la minoría.
En medio de todo ese ambiente hay voces que consideran muy saludable que los miembros de la clase política no deben perder de vista que hoy nuestro país se encuentra bajo la conducción de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo, presidenta de México, quien --se ha visto-- ya ha mandado algunas señales de que trae todo el deseo y propósito de aportar su granito de arena para hacer lo que ella ha llamado el segundo piso de la 4T.
Y lo más ideal sería que tal objetivo fuese acompañado por una responsable labor legislativa de los Senadores y Diputados Federales, principalmente de MORENA y aliados, el Partido del Trabajo (PT) y Partido Verde Ecologista de México (PVEM) que en vez de contribuir a generar escenarios rijosos o avasalladores debiera privilegiar el diálogo para incentivar la concordia nacional.
MORENA y sus aliados son mayoría, eso ya ha quedado claro; entonces no es necesario hacer las tareas legislativas como parecería que se están realizando, a gritos y a sombrerazos.
Queda claro además que hoy los mexicanos tenemos enormes retos, uno de ellos particularmente el de la inseguridad y la violencia por el embate del crimen organizado, que no da tregua y por más esfuerzos y estrategias que se han implementado sigue siendo un verdadero Talón de Aquiles.
Súmelo a ello el hecho de que México ha cambiado mucho y nos está demandando a todos, hacer un mayor esfuerzo para enfrentar los retos presentes y futuros, algunos de ellos relacionados con temas como el cambio climático, nearshoring, uso de la inteligencia artificial, los estragos por el fentanilo, el desplazamiento de los migrantes en las fronteras norte y sur, en materia de salud, educación y energías renovables entre otros.
Y debemos tener muy presente que apenas estamos en el inicio de un nuevo sexenio, lo que debe verse como una magnífica oportunidad para un "corte de caja" y empezar a hacer una buena labor de gobierno, avanzar hacia la verdadera consolidación del segundo piso de la 4T.
Pero además si hoy los principales actores políticos –sobre todo los legisladores federales-- hablan de la llamada "supremacía constitucional", con mayor razón, tal circunstancia exige que la labor cameral se haga con esmero, con inteligencia, no al vapor utilizando lo que se conoce como fast track, que obligue más adelante a reparar lo que pudiendo haberse hecho bien se quedó corto.
Bien vale la pena no echar en saco roto la advertencia popular: "no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas, ni cosas malas que parezcan buenas", y evitar que el trabajo legislativo se realice en un ambiente que al final termina convirtiéndose en un verdadero pandemónium.