Ahora sí que como decía el entonces presidente Andrés Manuel López Obrador: "Esto es para los jóvenes", y es que lo que se ha vivido durante los más recientes tiempos en México, sin lugar a dudas son inéditos pero en cierta medida también son el reflejo de lo que la historia del país ha registrado durante la mayoría de los últimos cien años, aspectos que pareciera que un sector de la población mayor ha olvidado, y la población joven no conoce. Y parte de ello son las acciones que desarrollaban las clases gobernantes en aquellos tiempos en que dominaba el partido casi único, y lo hacía con autoritarismo, por decir lo menos. Y uno de los personajes que puede ser utilizado para ejemplificar aquellos días y, por qué no decirlo, también muchos de los días actuales en donde la oposición se aferra a no dejar ir las formas imperantes en el México de antaño, es Gonzalo N. Santos.
Potosino de origen, Gonzalo N. Santos, nacido el 10 de enero de 1897 como Gonzalo de los Santos Rivera, añadió la letra "N" a su nombre con el siguiente argumento consignado en sus memorias: "La N. no tiene significado. Es para no tener un nombre de 13 letras porque quienes los tienen, mueren asesinados y quiero morir tranquilo en mi cama", cosa sí se le cumplió el 17 de octubre de 1978. Pero antes de este hecho, Gonzalo N. Santos se hizo célebre por varios puntos, uno de ellos y del cual se jactaba era su dicho de que a sus contrarios les aplicaba los "ierros": "Encierro", "Destierro" o "Entierro". Y el otro punto es una de sus máximas que se han convertido en parte fundamental del anecdotario político nacional: "La moral es un árbol que da moras", dijo como un reconocimiento de que el ejercicio de gobierno no debe tener moral.
Esta segunda máxima se me ha venido a la memoria durante, al menos, los últimos doce meses, pero sobresaliendo las dos más recientes semanas, y es que me digo a mí mismo que "la moral es un árbol que da moras" cada vez que me entero que infinidad de abogados cercanos a la oposición han pedido a grito abierto que se viole la Constitución y no se respete el contenido de lo que en su momento se llamó Reforma Judicial y que hoy en día es texto constitucional. También me he dicho que "la moral es un árbol que da moras" cada vez que escuchaba a un integrante del poder legislativo federal perteneciente al bloque opositor (PAN, PRI y MC) pidiendo a cielo abierto que los ministros de la Suprema Corte los hagan a un lado y sean aquellos quienes legislen sin tener atribuciones para ello. Y también me he repetido que "la moral es un árbol que da moras" cada vez que he escuchado a pensantes autodenominados demócratas que no están de acuerdo en que se democratice a través del voto ciudadano los encargos de personas juzgadoras.
Pero sin lugar a dudas el momento en que en verdad mi capacidad de sorpresa llegó a su límite y me grité a puro pulmón que "la moral es un árbol que da moras", se dio el pasado martes 5 de noviembre cuando a través del canal de televisión de la Suprema Corte escuché a la ministra presidenta de ese tercer poder de la Unión, proponer cambiar por sus pistolas el número requerido de votos para alcanzar la mayoría calificada a fin de rechazar la modificación constitucional para elegir a las personas juzgadoras. Y en ese momento, lo reconozco, además de decirme eso de que "la moral es un árbol que da moras", de manera irónica también supuse que la ministra presidenta de la Suprema Corte era egresada de la "Academia Fernández de Cevallos" con la especialidad en "Chicanadas", "Triquiñuelas", "Barandilla" y "Teoría Leguleya".
Pero aunque recuerdo que "la moral es un árbol que da moras", hoy mismo se me vino a la memoria aquello que Maximilien Robespierre, dijo en plena revolución francesa en el sentido de que los actos inmorales son todo, menos actos políticos. Y la verdad, la ministra presidenta de la Suprema Corte pretendió hacer un acto político y lo único que realizó fue un acto inmoral. Ahora sería bueno que si cursó alguna clase de ética recordase aquello que dijo Aristóteles: "No se enseña ética para saber qué es la virtud, sino para ser virtuosos", y por ende ponga a consideración del pleno de la Suprema Corte su encargo de presidenta de la misma y del Consejo de la Judicatura. Pero en fin, y como dijera Gonzalo N. Santos: "La moral es un árbol que da moras".
(*Escritor. cadenacardenasjavier@gmail.com)
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