ATENDER lo trascendente, no quedarse en lo accesorio, en lo coyuntural, es determinante cuando se propone un cambio de fondo. El Senado de la República aprobó esta semana en lo general la Ley de Economía Circular. Es posible que a la mayoría de la población esto le diga muy poco, y también que se tome con escepticismo, porque en realidad –dirán- no faltan leyes, sobran porque no se aplican. Pero es necesario ser optimistas: las leyes son un avance, un punto de donde partir o dónde apoyarse.
La Ley de Economía Circular fue votada a favor por 87 de los 128 que integran la Cámara Alta, como no hubo abstenciones ni votos en contra, se entiende que el resto simplemente no acudió a la sesión respectiva.
De acuerdo a la explicación oficial, esta nueva norma en nuestro vastísimo catálogo de derechos y obligaciones representa “un avance considerable” en materia de producción y consumo, con modelos que reducen el impacto ambiental, regulan mejo –aseguran- el manejo de residuos y desechos, promueven esquemas de reciclaje y protección a los recolectores de basura.
Esperemos, como afirman los promotores de esta nueva norma, que se garantice un avance y no sea “una simulación de ley ecológica”. Digamos que el ambientalismo se demuestra con hechos.
Apenas ayer en este diario se publicó un amplio reportaje sobre el avance de las plantaciones y explotación de la palma de aceite en el sur sureste. De manera indirecta esto tendrá que verse a la luz de la llamada “economía circular”, como todo lo que se relacione con los monocultivos o la economía dependiente no diversificada. Tabasco tiene duras experiencias del derrumbe internacional de precios y del arrasamiento de la biodiversidad. ¿Un nuevo modelo? Es posible y deseable.
GLOBAL Y LOCAL
REQUERIMOS crisis, tragedias, desastres, para hacer un alto y decir que “ahora sí” vamos a cambiar. Ocurre en la política, en la economía, en lo familiar y personal, en todo. A raíz del sacudimiento de la economía y de la vida cotidiana por el COVID-19, algunos países como Holanda retomaron ideas radicales para reestructurar su modo de vida como la “economía de la dona”, de la cual hicimos referencia en uno de nuestros comentarios. Esta se emparenta con la llamada “economía circular”, en contraposición con la “economía lineal”.
El Parlamento Europeo, uno de los organismos que de manera más entusiasta promueve la economía circular, la define como “un modelo de producción y consumo que implica compartir, alquilar, reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido. De esta forma, el ciclo de vida de los productos se extiende”.
Esto es, mantener un producto, un material, en su uso tanto como sea posible. Por oposición al usar y tirar, al modelo lineal tradicional, esta economía circular se propone usar y usar, como el sistema sustentable de nuestras comunidades donde todo sirve. ¿Lo resistirá el modelo globalizado impuesto desde hace unas tres o cuatro décadas?
VUELTA A LA DONA
FUE NOTICIA que gobiernos y colectivos de Ámsterdam, Bruselas y Copenhague, ciudades altamente desarrolladas y con un índice de bienestar que está entre los mejores del mundo, asumieron en estos días de pandemia el nuevo modelo de "economía de la dona", basada en las ideas de la economista inglesa Kate Raworth (Londres, 1970), que en 2012 y luego en 2017 difundió su teoría de la “doughnut economics”. No se descubre el hilo negro, pero se sistematiza lo que ya es conocido en nuestras formas de producción y consumo comunitario.
La premisa es simple pero puede ser dinamita en el modelo imperante: una actividad económica para satisfacer las necesidades básicas de todos y hacerlo en equilibrio con el planeta.
Hay quienes buscan hacer complementario el desarrollo industrial y la sustentabilidad. A los intentos se le han dado diversos nombres. En 1990 los economistas David Pearce y Kerry Turner retomaron el concepto de economía circular como un sistema cerrado de interacciones entre economía y medio ambiente.
Otros estudiosos como Willi Haas y Markus Heinz, entre muchos más, se refieren a una estrategia para reducir el consumo de materias primas vírgenes, porque de esta manera se disminuyen los residuos. Qué hacer, si como decía el escritor Eduardo Galeano, el desperdicio es el motor de una economía sin alma. Aquí escribimos sobre el libro de Andy Robinson (Oro petróleo y aguacates, ARPA Editores, 2020), donde se refiere al otro aspecto del modelo extractivista: “Los recursos naturales, combate a la pobreza y los desafíos de los gobiernos anti neoliberales” (07 octubre 2021).
AL MARGEN
AYER en Villahermosa, la coalición gobernante Morena mostró toda su fuerza, un gran poder de movilización. El tiempo dirá si en esta capacidad no se anida una debilidad para el propósito de una Cuarta Transformación, o si logran convertirla en motor de consolidación. (vmsamano@hotmail.com)