PUEDES ESTAR ARRIBA O ABAJO. Lo mismo atrás o adelante. Parado o sentado. En tu cerebro los pensamientos siguen fluyendo y saltando de un tema a otro. Nada cambia en ti si estás afuera o adentro. No sucede absolutamente nada, sigues siendo el mismo o lo mismo.
SOMOS SOLO ZOOS, parte de una novela sin inicio ni fin. ¿Quién la escribe?, pregunta ella sobresaltada. Te habías quedado pensativo como tratando de descifrar lo escuchado. Silencio indicativo y creador. Y concluyes que estar y no estar también podría significar lo mismo.
ESCUCHÓ MUCHAS VECES, repetidas veces, el consejo de "sálvate". No sabía de qué. Por más que lo pensaba. ¿Qué significaba esa imperativa orden a la vez que consejo de salvarse. Lo supo hasta el último suspiro. Fue un instante donde quizá tenía sentido la dualidad del antes y después.
El niño había preguntado ¿qué es el infierno? Y preguntó porque le habían dicho que quienes se portaban bien se irían al cielo y los que no, al infierno. El niño soñaba pájaros, cantos, mariposas coloridas, cometas al vuelo. Y en el día buscaba sus sueños en la realidad. Y le respondieron que era un lugar del fuego donde las almas arderán por todos los tiempos.
EL NIÑO SE ENTRETENÍA EN HACER COMETAS. Conseguía el material: papel de china y carrizo, hilo y aguja. Y luego de su empeño lograba construirlo. Y esperaba echas suaves de viento y lo echaba a volar. No solo él. Había otros niños y niñas que también reían al ver sus cometas en lo alto y como fondo el cielo azul, algunas nubes blancas.
UN DÍA EL NIÑO SE ENCONTRÓ una linterna. La probó y funcionaba bien. Su haz de luz al instante llegaba más allá de lo imaginado. Él en su limitado conocimiento esperaba mirar la luz de manera lenta en su viaje al fin que es la rapidez. La encendía y la volvía a encender. Allí descubrió la velocidad de la luz sin explicaciones. Imposible ver su transcurso. No era el día sino la noche en que podría ver la importancia de la lámpara.
LUZ U OSCURIDAD, SE DIJO. Prefiero la oscuridad con mi lámpara, aseguró. Entonces el día se le iba lento en la espera de la noche insondable, donde su lámpara era su juguete estrella. Andaba por el patio descubriendo el alucinante mundo de la noche. Y las estrellas admiraba. Y el haz de luz de su lámpara lo enfocaba hacia lo alto. Y sentía que iluminaba todo. Comparó su lámpara con una estrella. "Ya métete a dormir", escuchaba que le decía su madre. Bendita infancia, pensaba la mamá.
CUANDO LO DE LA LÁMPARA no sabía leer ni escribir. Se subía a los árboles, cortaba fruta. Sembraba semillas y esperaba paciente que germinaran. Y le gritaba a la mamá para decirle que sus semillas habían germinado. Le iba encontrando magia a su pequeña existencia. Lo de la lámpara fue tan solo una parte de su curioso andar. Ya había probado juegos haciendo canales y puentes con carritos de madera o plástico. Luego encontró un libro. "Háblame del libro", le dijo a su mamá. "Yo no sé nada de él. Lo que sí te puedo decir es que el libro es como tu linterna". El niño se quedó pensativo ante tal respuesta.
EL COMETA AL VUELO, la linterna encendida y el libro abierto fueron entonces sus tres imágenes que unía cuando le preguntaban algo. "Tus explicaciones tienen imágenes", le dijo su profesor. Y él al instante relacionó la palabra imagen con imaginación. Pero sabía que las imágenes estaban allí a la vista de todos: la hormiga en su papel de cargar hojas, la gota de lluvia al caer, el viento moviendo las ramas y hojas de los árboles, el botón en ruta a ser flor.
"ENTONCES ME DECÍAS", dijo ella... se habían quedado en silencio por varios minutos y ella reanudó la plática. Sus miradas eran tibieza. Sus manos se buscaban. Y volvieron al tema de la dualidad, a la luz y al libro. A charlas sobre sus infancias. El amor que abraza almas y cuerpos. Algo así dijo ella.