El nuevo gobierno avanza tan rápido, que empieza a generar sus contrapesos. Los “mercados” lo castigan por cancelar el aeropuerto. Los gobernadores se rebelan ante su proyecto de centralización.
Ahora, las minorías de los partidos derrotados en el Congreso despiertan del naufragio, suman sus votos y descubren que tienen algo que decir a la hora de contener al gobierno que las amenaza con la irrelevancia. Lo que parecen haber descubierto estas minorías naufragantes es que separadas van al fondo del mar y unidas pueden encontrar al menos un pedazo de playa que las haga poderosas.
Poderosas, ¿para qué? Quizá solo para esto: para impedir reformas constitucionales al nuevo gobierno, para regresar al presidente López Obrador al lugar que él mismo preveía como candidato, a saber, que no iba a tener mayoría en el Congreso y debería gobernar solo desde el Poder Ejecutivo, sin cambiar las leyes.
Las leyes, decía entonces, estaban bien, lo que estaban mal eran los gobiernos. La mayoría en el Congreso que le dio la elección de julio a López Obrador, lo hizo cambiar de visión. Si había ganado el Congreso, ¿por qué no usarlo para cambiar las leyes que necesitaba su proyecto?
Y si estaba tan cerca, en su mayoría legislativa, de la mayoría calificada necesaria para cambiar la Constitución, ¿por qué no hacer también los cambios constitucionales necesarios?
Poco pueden las minorías resultantes de la elección de 2018 contra la mayoría absoluta del gobierno actual en el Congreso. Pero son suficientes para detener la mayoría calificada (2/3 de ambas cámaras) y para bloquear los cambios a la Constitución que se propone el nuevo gobierno (cerca de 50).
Las minorías legislativas coaligadas han derrotado hasta ahora solo una iniciativa de cambios constitucionales: la de abolir el fuero. Pero han podido plantear a la Corte, y ganar en un primer veredicto, la inconstitucionalidad de la ley de remuneraciones del gobierno federal y la posible ilegalidad del primer presupuesto del nuevo gobierno.
Del naufragio electoral de 2018 emerge una minoría naufragante, pero poderosa, capaz de bloquear los cambios a la Constitución en los que no pensaba de inicio AMLO, pero que ahora le son indispensables.