El lunes 20 de enero de 2025, Donald Trump asumirá por segunda ocasión la presidencia de los Estados Unidos de América y esta vez lo hará con pocos contrapesos. Tiene mayoría en ambas cámaras y una Suprema Corte con tendencia conservadora. Trump regresa y con más fuerza que en su primer mandato. El movimiento "MAGA", siglas de Make America Great Again, que en español significa "Hacer a Estados Unidos grande de nuevo", buscara incrementar la influencia de Estados Unidos y en particular, reforzar su presencia en determinados puntos estratégicos. Aunque se dice que Trump es aislacionista en su política exterior, esto no significa que el MAGA no tenga un proyecto geopolítico, de hecho, en las últimas semanas Trump ha emitido declaraciones que permiten identificar los elementos de sus planes geopolíticos. Trump va tras el control de los siguientes puntos estratégicos: 1) el Golfo de México, 2) Canadá, 3) Groenlandia y 4) el Canal de Panamá.
En la columna del 20 de noviembre de 2024, titulada "Las amenazas de la era Trump 2.0", mencioné tres riesgos para México: 1) los aranceles al comercio y la revisión el T-MEC, 2) el tema migratorio centroamericano y las deportaciones de connacionales en suelo estadounidense y 3) el narcotráfico y la posible incursión del ejército estadounidense en tierras mexicanas. Una de ellas, la amenaza comercial, se "arregló" con la llamada entre Sheinbaum y Trump del 27 de noviembre de 2024, no obstante, las otras dos siguen latentes. Y habría que agregar una cuarta amenaza: 4) renombrar el Golfo de México por el Golfo de América. A muchas personas esa declaración de Trump les pareció una "locura", sin embargo, detrás de esas palabras existe un proyecto geopolítico, que merece ser leído entre líneas, y en particular, desde la "talasopolítica", que es la rama de la geopolítica que analiza la influencia de los espacios marítimos en las relaciones de poder, a veces también llamada "Oceanopolítica".
LAS RUTAS Y EL CONTROL
A lo largo de la historia, los mares han sido fundamentales para el desarrollo comercial de los países y la explotación de recursos. La Roma Antigua lo entendía bien y por eso se enfocó en dominar el Mar Mediterráneo. El Imperio Británico también lo sabía y por eso creó la "Royal Navy" (Marina Real), con la cual dominó los mares durante el siglo XIX. En Estados Unidos entendieron esto y por eso se preocuparon por conseguir acceso al Océano Pacifico, mediante la expansión al Oeste. Además, se enfocaron en construir una gran marina armada, al grado de que en 1898 se consagraron como potencia naval al vencer a España en la Guerra hispano-estadounidense. Los fundamentos de la doctrina marítima de Estados Unidos se remontan a las ideas de Alfred Mahan en "The Influence of Sea Power upon History, 1660-1783" (La influencia del Poder Naval en la Historia, en español) y posteriormente, sus intereses marítimos se pueden encontrar en los trabajos de Nicholas Spykman (uno de los padres de la geopolítica en Estados Unidos) y Robert Kaplan, quien considera el área del Caribe como el verdadero poder geopolítico de EE. UU.
Desde esas bases geopolíticas, o talasopolíticas, se puede entender el interés de Trump en cambiar el nombre del Golfo de México. Primero, porque esa zona alberga una gran cantidad de recursos petroleros. Segundo, la división de esas aguas otorga mayor territorio marítimo a México que a Estados Unidos. De acuerdo con la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982, cada país tiene derecho a una Zona Económica Exclusiva que se traza desde la línea costera hasta las 200 millas náuticas mar adentro. Esto protege a México y los recursos petroleros que se encuentren en esa zona. Sin embargo, si Trump cambia el nombre a Golfo de America, se eliminaría esa "connotación mexicana" y se bautizaría como una zona de Estados Unidos. No se trata solo un cambio "nominal" o "discursivo", es un asunto con trasfondo geopolítico. El lenguaje crea realidad y lo que no se nombra no existe, entonces si se deja de nombrar esa zona como "Golfo de México", entonces los recursos de allí tampoco serian de México. Trump no está loco, está jugando en un alto nivel de política discursiva, simbólica y talasopolítica. Ojo, el tema del Golfo puede ser espinoso para México, porque podría resurgir los temas olvidados de la Isla Bermeja y el Hoyo de Dona. Dos temas talasopolíticos que no solo se tratan de aguas, sino de los recursos petroleros.
Eso con México y ¿Qué con Canadá y Groenlandia? allí de lo que se trata es de las rutas y el control del Océano Ártico. Se especula que debajo de los casquetes polares, existen grandes recursos, entre ellos oro, plata, diamantes, carbón, titanio, hierro y petróleo. Para el mundo sería una tragedia que se derritiera el polo norte, y en particular para Tabasco sería peligroso, porque un aumento en el nivel del mar haría desaparecer una buena parte de la costa tabasqueña. Pero hay otros países que ven el deshielo como una oportunidad de negocios y de incrementar su presencia marítima. Si se derritiera el Ártico se abrirían nuevas rutas comerciales por el polo norte. Rusia lo sabe y por eso ha ampliado su presencia militar en la zona y también ha invertido en el desarrollo de barcos rompehielos, para poder transitar en la zona. Trump también lo sabe y por eso le interesa ampliar la presencia de Estados Unidos en las costas de Canadá y Groenlandia. Aquí la jugada es hacia el futuro. Nuevamente, insisto, Trump no está loco, está jugando en una competencia geopolítica por el futuro de los océanos.
Por último, Panamá constituye un punto medular en el comercio internacional, por el Canal. Un canal que por cierto fue construido por Estados Unidos y "devuelto" a Panamá en los tratados Torrijos-Carter. Aquí la intención de recuperar el control es extender la influencia marítima hasta Sudamérica y bloquear a China. Estas son tan solo algunas bases del proyecto geopolítico de Trump. Como les dije antes, Trump vuelve y esta vez mucho más agresivo y fuerte. El orden internacional seguro experimentará cambios radicales, como se verá con la negociación de paz en Ucrania. Una vez que se logre esto, podremos hablar de un orden internacional post-Ucrania, y construido mayormente por la era Trump 2.0