DECÍAMOS EN NUESTRA ANTERIOR colaboración que primero fue el verbo. Y de manera práctica ubicamos al hombre en movimiento: cazar, pescar, caminar, amar, hablar. Todo lo que ha hecho, acumulado en la existencia, tanto individual como de grupo, está relacionada con el verbo. Movimiento, contrario a la inmovilidad, a estar estático, fijo y en último de los casos, inerte. El agua en movimiento es río, corriente. También es ola, tsunami. Y lo contrario es el agua en el estanque. Lo mismo sucede con lo diferente que es el ser humano en movimiento o en la inmovilidad. Continúo en este sendero con diez verbos al azar (hoy soñar, leer, platicar; mañana: pensar, mirar, cantar, rezar, abrazar, y así al infinito). Siempre desde la perspectiva del juego de ideas y palabras, que no del diccionario.
SOÑAR. DORMIDO O DESPIERTO el hombre sueña. Lanza al viento sus anhelos, lo que quiere ser, lo que busca encontrar. No se conforma con lo que hay. El niño sueña en jugar. El joven en amar a la humanidad. En hacer la revolución. Y el viejo sueña en la tranquilidad y en la paz. Y este verbo tiene las dos caras. Los sueños que se enfrentan con la realidad, teniendo como fin el transformar. Y los sueños de lo irreal. En estos viaja, encuentra tesoros, va a otras galaxias, platica con los muertos, redacta manifiestos, persigue conejos, su amor imposible se vuelve realidad. Hasta que despierta.
LEER. APRENDIÓ A LEER LETREROS de publicidad. Nombres de calles. Manual de instrucciones. Periódicos de nota roja. Los horóscopos. La cartelera de cine. Solo que no bastaba con eso. Y empezó a descifrar el caos. Para entender del destino. Para tratar de adivinar lo que llega mañana. Lo que hay más allá de su cabeza. Lo que significa una mirada. Y se dio cuenta que hay diferencias no solo entre saber leer y no, en ese rancio y peyorativo concepto de analfabetismo. Sino que aprendió a leer la realidad. Para encontrarse con los de su especie. Los soñadores. Los que quieren construir. Los que saben de lo fugaz. Y se encontró minúsculo ante el universo. Y sintió el vértigo del vacío.
PLATICAR. ¿POR QUÉ creen que los del norte son callados y los del sur son muy hablantines?, preguntó el profe Dante Ruggeroni, de nacionalidad argentina, sudando a mares un verano del 82. Y cada uno buscó una respuesta. Teníamos veinte años, a lo mucho veintidós. Nadie supo atinarle. Yo pensaba en mi padre y madre y en mis tíos, pensaba en mis vecinos del norte. Y me asomé a mis recuerdos de llegada con las personas con las que hablaba en Tabasco, parlanchines en lo más. "Es determinante la geografía y el clima -dijo. Los del trópico se encuentran en un camino, hay sombra de los árboles y se quedan a platicar buen rato. Los del Norte, en el desierto, se encuentran y hay un solazo, traen le boca seca. Se saludan y despiden".
PLATICAR (2). LOS NIÑOS SON muy platicadores. Y más si sus padres lo son. Hablan hasta por los codos, y les da por inventar cuentos. Hacen hablar las muñecas. Y hasta hablan solitos. Solo que entran a la escuela y reciben la orden de callar. Y así todos los días. Y luego nos preguntamos el por qué son callados, ensimismados. Si tienes oportunidad, deja a los niños hablar. No importa que no paren de preguntar. Porque preguntan de todo, queriendo conocer y aprender más. Tienen mucha curiosidad, que no terminan de saciar. (Y seguimos….)