TENGO CUATRO ARBOLITOS DE MANGO. Son altos y ya de mucha edad. A uno de ellos hace como tres años un rayo como de película le desprendió una de sus cuatro ramas grandes. Yo miré la tormenta desde la ventana. Los otros siguen intactos, fervorosos y entusiastas. Con el viento se mueven sus ramas como si fueran arrulladas y se escucha su canto. Para escucharlo a los árboles y plantas hay que saber oír.
AYER LES MIRABA SUS FRUTOS. "Todavía les falta para madurar como unas tres semanas", dije como sapiencial, al mirarlos y admirarlos en sus racimos de tres y cuatro. Qué bellos se ven. Y me quedé bajo la sombra de uno, el de mango pájaro, ese alargadito. De pronto un mango se desprende y cae al suelo desde una altura como de cuatro metros. Cayó en la suavidad acolchonada de la hojarasca. Que si me pega me desmaya.
LO LEVANTÉ Y LO VI PODEROSO, en su estatura ya listo para sazón en unos dos días, comerlo con sal y limón, y madurar en unos tres o cuatro. Me digo: "me escuchó el árbol lo que dije que les faltaba aún y me avisó que ya estaban listos varios de ellos para su corte". Y entendiendo el mensaje me puse a ver desde mi estatura los que en lo alto ya estaban con medida suficiente para llevarlos a casa, y claro antes bajarlos.
PARA BAJARLOS ME AYUDO DE UNA PÉRTIGA con canasta. Es un buen ejercicio. Hay que estirarse lo suficiente en ocasiones, inclusive de puntillas para alcanzarlos. No todos tienen su tamaño. Y se sabe cuándo lo capturamos y con un pequeño esfuerzo lo jalamos y se desprende. Si resiste más es que aún no y hay que dejarlo. No es su tiempo aún.
ESE MISMO ÁRBOL GENEROSO es el que el año pasado me enseñó la lección más pura sobre los frutos y las alturas. Andaba yo en lo mismo, pero esa vez sí estaban ya maduros todos los mangos para el corte. Y empecé con los que estaban a la mano. Luego, para los que estaban más altos utilicé la pértiga con su canasta. Y con silla de plástico y dicha pértiga coseché otros más. Y otros estaban aún fuera de mi alcance. Fue cuando me dije: "Todos los frutos de los árboles no son para el hombre. También son para los pájaros, las gallinas y los gusanos". Gracias por la chispa de la enseñanza.
SON LECCIONES QUE UNO APRENDE poniendo atención en la naturaleza. El ser humano es el que nunca se sacia. Siempre quiere más. Se afana por tener más para acumular más. Y para eso realiza lo legal y las más de las veces lo ilegal. Sea como sea. Y así va acumulando y acumulando sin saciarse. Cada vez más. Otro auto. Otro cero a la cuenta del banco. Más cuentas. Y evade impuestos y despoja. Pero yo hablaba del árbol de mangos. Y de que unos son para el ser humano y otros para otras especies. Los que están muy altos para los pájaros, los que caen, ya picoteados, para las gallinas y los gusanos.
AYER MIRÉ UNA PLANTA SILVESTRE que se dice la comen las víboras. No he visto ninguna por esos alrededores de la casa. Conozco algunas personas que se asemejan a ellas, pero no me refiero a esas. No esta vez. Dichos frutos anaranjados tienen espinas. Y me di cuenta que sus hojas también tienen espinas. La especie en su evolución e inteligencia fue creando defensas contras los depredadores. La sociedad requiere evolucionar y crear defensa contra los humanos depredadores. Perdón por usar el símil.
LO SUYO NO ES EL VUELO. Me refiero a las gallinas. Si acaso aletean para subirse a una rama que se encuentra a dos metros de altura. Si acaso para brincar un obstáculo o brincar un charco de dos metros. Pero tienen sus alas bien dispuestas para la práctica del vuelo. Pero haraganas no lo hacen o no lo necesitan (creen). Así que generacionalmente y por ser domesticadas perdieron la capacidad de volar. Los patos vuelan un poco más. Y para controlarlos sus dueños cortaban las plumas de sus alas. Y entonces quedaban limitados.
VOLAR EN ALGUNAS GALLINÁCEAS, y me refiero a pensar en la especie humana. Pensar para reflexionar, para analizar. Solo que si no se usa esa facultad, se deteriora hasta que queda anulada. La naturaleza nos da lecciones. Solo que no nos fijamos bien, y por tanto no las aprendemos. Así las gallinas y los patos con facultad de alas para el vuelo, han perdido esa capacidad por el no uso, por la domesticación. Veamos a la especie humana. Veamos qué facultades, de qué órganos, ha perdido por no usarlos. Una de ellas es la de pensar. Y también es a causa de la domesticación. Y más bien por la alienación. ¿Grave, no?
A VECES ME SIENTO EN LA COCHERA y miro a la gente en su pasar. Me saludan. Frente a mí hay un árbol de capulín. Cuando sus frutitos están maduros, se detienen niños y adultos a cortar algunos. Me acuerdo de la primitiva recolección de frutos. Yo los recolecto en el área de frutas y legumbres del hipermercado. Y cuando asamos carne, mi mente se remonta al descubrimiento y posterior uso del fuego y la carne asada primitiva. "¿Se va hacer la carne asada, o no se va hacer?"