La palabra y la poesía han tenido siempre un poder inmenso que trasciende los tiempos. Esta trascendencia alcanza a quienes se ocupan de su magistral ejercicio.
Gorgias, el orador siciliano que introdujo la retórica en Atenas, dice en su "Defensa de Helena" que el "logos" —entiéndase aquí como la palabra que ordena armónicamente al mundo— "es un señor poderosísimo, que con un cuerpo diminuto es capaz de realizar las más increíbles hazañas".
Carlos Pellicer Cámara, lo he sostenido siempre, se armó de la palabra para crear y recrear un mundo que nos maravilló a través de una obra poética extensa e intensa. La hazaña del bardo villahermosino radica en que atavió sus versos de un gen universal. Como dice en "Fecunda Elegía", salió a los cielos y a los bosques de América en busca de alimento.
Los tabasqueños debemos sentirnos orgullosos de que el nombre del también museógrafo, político y luchador social haya sido inscrito con letras doradas en el Muro de Honor del Senado de la República, donde ya puede leerse la leyenda: "Carlos Pellicer Cámara, el poeta de América". Fue escrito así, de la misma manera en que lo calificó la poetisa chilena Gabriela Mistral, Premio Nobel de Literatura en 1945.
A unos días de haberse conmemorado un aniversario más de su deceso —16 de febrero—, Pellicer volvió al Senado, la instancia legislativa donde hacía retumbar su voz cuando la muerte lo alcanzó en 1977. Allí, en una de las máximas tribunas del pueblo, pese a su corto paso, el entonces legislador por Tabasco mostró una trayectoria humana y política alejada de la pereza ideológica.
Como destacado discípulo de José Vasconcelos, profesó la palabra libre y encarnó la lucha por la cultura, la educación y la justicia social. Cuando le cuestionaron sobre el destino que tendrían sus dietas del Senado, respondió con voz serena y segura que las emplearía en proveer de bibliotecas a los municipios de Tabasco.
Fue hombre de a pie y humanista. Así se autodefinía: "Yo fui político de calle durante toda mi vida. Soy socialista y creo en la igualdad de los humanos. Me entristece la pobreza de las mayorías y la riqueza de unos cuantos. Pienso que poco a poco el mundo entero y, por supuesto, México, alcanzarán la justicia".
En un texto periodístico publicado el 18 de febrero de 1981, el académico e intelectual Lácides García Detjen sostuvo que en el vigor americanista de Carlos Pellicer concurrían la tórrida conciencia continental de José Martí y el balcánico espíritu de combate por América de Simón Bolívar. Escribió que "Bolívar es causa de todo un movimiento en la conciencia de Pellicer, pues siempre lo invocó y saludó; se sentía poblado por la figura y pensamiento del Libertador. Por eso dice: Bolívar / es la montaña de mis ascensiones, / para ver el mundo".
Como puede notarse en estas breves líneas, hay razones de sobra para que la figura cultural y política del insigne tabasqueño haya sido enaltecida por una importante institución de la República. Celebramos que desde ayer acompañe en el Muro de Honor los nombres de personalidades que han desempeñado un papel estratégico en la construcción de México, como los casos de Benito Juárez, Francisco Villa, Felipe Ángeles y también Ramón López Velarde, el poeta de la patria, por citar algunos.
KÁTHARSIS
El homenaje "post mortem" que se le rindió a Carlos Pellicer Cámara nos recuerda que desde siempre la poesía ha sido llamada a cumplir con su función catártica.
Aristóteles tomó prestado el término "Kátharsis" de la medicina, en la que adquiría el significado de purgación o purificación de que era objeto el cuerpo enfermo a fin de sanarse. La poesía es eso: bálsamo para purificar el alma y fortalecer el espíritu. Que el goce estético que suscita siga curándonos de la insensibilidad e indiferencia que se apoderan de nuestro tiempo.