La víspera de que la doctora, Claudia Sheinbaum Pardo, recibiera la constancia de mayoría que la acredita como la primera mujer presidenta de México, el panismo más recalcitrante, aliado al priismo más corrupto, pretendió estropear ese hecho histórico con la fallida detención ilegal del exgobernador de Chihuahua, Javier Corral, que intentaron policías de la Fiscalía Anticorrupción de aquella entidad norteña.
Sin mostrar el oficio de colaboración para detener a una persona en jurisdicción ajena, intentaron llevárselo a la fuerza de un restaurante donde Corral estaba reunido con Muna D. Buchahin, la auditora que descubrió la trama de corrupción conocida como la "Estafa maestra".
Este hecho no es fortuito. Tampoco un acto justiciero o la persecución de un corrupto. Es, en palabras del propio Corral, un acto de venganza política de la gobernadora chihuahuense, María Eugenia Campos, por haber encarcelado al exgobernador priista César Duarte por corrupción.
Es también, asegura, un acto de provocación contra la presidenta electa, porque colabora con ella precisamente en temas anticorrupción, que la propia mandataria evidenció en una declaración pública.
Cuando Duarte gobernaba Chihuahua, "Marú" Campos era diputada local y su aliada. Según Corral, ella recibió sobornos por 10 millones de pesos del exmandatario.
Hay otro personaje vinculado con este caso. Nada menos que el senador electo y recién echado del PRI, Manlio Fabio Beltrones, implicado en actos de corrupción de Duarte, a través de la operación zafiro, mediante la cual el exgobernador desvió recursos para financiar campañas políticas cuando Beltrones era el dirigente nacional de ese partido.
El frustrado arresto ocurrió, casualmente, después que la presidenta electa descartara la incorporación a Morena del defenestrado senador electo de Sonora por esos y otros malos antecedentes. En política no hay casualidades, sino hechos premeditados.
Quisieron estropearle el día a la presidenta electa y decir que la doctora es igual que ellos, pero quedaron evidenciados.