Marco Tulio Cicerón fue un político, jurista y célebre orador de la Roma clásica. En su papel de cónsul se le recuerda por haber pronunciado, entre noviembre y diciembre del año 63 a.C., cuatro discursos que con el paso del tiempo se conocieron como las Catilinarias.
Fueron discursos en contra de Lucio Sergio Catilina, quien se había postulado para el cargo de cónsul tras haber perdido la primera vez, pero no se dio por vencido e intentó asegurarse la victoria mediante sobornos. Buscó hacerse del cargo a como diera lugar, pese a su falta de principios morales.
Cuando vio amenazada su ambición por el poder, conspiró con sus partidarios, que eran fieles y desmemoriados seguidores, con la finalidad de matar a Cicerón y a miembros clave del Senado en el día de la elección. Sin embargo, Cicerón descubrió el complot y aplazó la fecha de las votaciones con el fin de dar tiempo al Senado para discutir el intento de golpe de Estado.
Cuando finalmente se realizaron las elecciones, Catilina volvió a perder, y como ya anticipaba su derrota, armó una conspiración para prenderle fuego a Roma y matar a tantos miembros del Senado como fuera posible.
Pero nuevamente Cicerón estaba al tanto. El 8 de noviembre del año 63 a.C., pronunció el primer discurso, conocido como la Primera Catilinaria, que comienza con algunas de las frases más recordadas de este prestigiado tribuno:
¿Hasta cuándo abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?
¿Hasta cuándo esta locura tuya seguirá riéndose de nosotros?
¿Cuándo acabará esta desenfrenada osadía tuya?
Catilina estaba presente en el templo de Júpiter, lugar en el que Cicerón expresó el discurso. Trató de replicarlo, pero los demás senadores lo interrumpieron una y otra vez acusándolo de traidor. Tantos fueron los insultos que tuvo que salir corriendo del Senado, y poco después abandonó la ciudad.
Este ilustrativo episodio de la historia nos recuerda valiosas enseñanzas para nuestro tiempo. Siendo 2021 un año electoral, y cuando las campañas políticas ya se enfilan hacia la recta final, el momento es propicio para reflexionar acerca del papel y la responsabilidad que como ciudadanos debemos asumir en la vida pública.
Es preciso emerger como una ciudanía organizada y activa, resuelta a terminar con épocas de simulaciones, para que nadie más califique como ingenua la idea de lograr gobiernos representativos, encabezados por mujeres y hombres que subordinen sus actuaciones a los intereses de sus gobernados.
Con la misma convicción y eficacia con las que Cicerón se dirigió al Senado hace más de dos mil años, ahora tenemos la oportunidad de rechazar a los candidatos acostumbrados a hacer campañas electorales con una retahíla de mensajes que insultan la inteligencia y vienen plagados de mentiras.
Preguntémonos como el célebre orador romano: ¿Hasta cuándo abusarán de nuestra paciencia? ¿Hasta cuándo seguirán riéndose de nosotros?
Ya no más protagonistas de las mismas comedias. Como sociedad, debemos vigilar para descubrir la verdad, arrancando las máscaras de quienes pretenden engañarnos.
No olvidemos que de nuestra virtud como ciudadanos, depende la excelencia de las instituciones políticas.