No dejó de causar extrañeza la confrontación pública entre el secretario de Gobierno estatal, José Antonio de la Vega Asmitia, y el presidente de la Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados, Emilio Contreras. Si bien es cierto que al interior de un gobierno ocurren diferencias, a veces irreconciliables, no es común que estas se ventilen abiertamente.
Podría decirse que es benéfico que la gente se entere de que no todo es miel sobre hojuelas y que de un debate abierto pueden surgir lecciones políticas. Que no todo debe ser en lo oscurito. Pero también es un hecho que tales conflictos pueden tener connotaciones complejas o muestran la otra cara del poder.
Por lo que sea, el gobernador Carlos Manuel Merino tuvo que salir a calmar las aguas.
“Soy muy respetuoso de los tiempos del Congreso, creo debe haber una división real de poderes”, dijo el mandatario tabasqueño ayer en una entrevista radiofónica, en alusión al citado enfrentamiento público entre un representantes del poder Ejecutivo y otro del Legislativo.
Ciertamente, era un tema de interés público la aprobación de la iniciativa para transferir bienes del estado a la Federación a efecto de aterrizar en la entidad el Programa IMSS-Bienestar, pero hay modos.
Era “una prioridad”, pero correspondía al Congreso atender el tema y lo hizo de acuerdo a sus propios tiempos, como el mismo Merino lo reconoció.
El asunto no es quién inició las hostilidades, sino como terminó la escaramuza. El gobernador Merino admite se trató de un “tema personal”; sin embargo, acotó, en el servicio público “no estamos para querernos, sino para cumplir nuestra función”.
Es de esperarse que José Ramiro López Obrador, próximo secretario de Gobierno, sea tratado como un igual cuando inicie el proceso de entrega-recepción en esa dependencia.