Como salvarse del fanatismo después de emprender y ganar un ataque muy exitoso de éxito

Es importante entender por qué regresa ahora

En estos días poselectorales en los que pareciera que Dios ha repartido la suerte, y todos ganan, los que saben de quien es el verdadero triunfo corren el peligro del fanatismo total, ya que lo habían venido practicando desde hace poco más de dos años, pero de forma parcial y contenida y a veces hasta asintomática. Hasta apenas hace unos años identificábamos el fanatismo con la Alemania de Hitler y poco después ese concepto se fue ampliando hacia el oriente, en concreto apuntando al mundo musulmán. Hoy en día hay una nueva visión de las cosas. Lo más peligroso del siglo XXI es el fanatismo. En todas sus formas: religioso, ideológico, económico…, incluso feminista. Es importante entender por qué regresa ahora. En el islam, en ciertas formas del cristianismo, en el judaísmo…o en nuestro caso en México, me atrevo a decir incluso que en Tabasco, tenemos muy arraigado el gen del fanatismo de diferentes tipos de olores, colores y sabores. El auge del fanatismo y el racismo en Estados Unidos es mucho más peligroso, claro y hemos podido ver una probadita con el gobierno del turulato Donald Trump. Existe fundamentalismo en Rusia y en el este de Europa. También es peligroso el fanatismo nacionalista en Europa Occidental. ¿Compartimos ese pecado original? Parece que no hay duda y que hay un gen fanático en casi todos nosotros. Es la tendencia del ser humano de intentar cambiar a los demás. Les decimos a los niños: “Tienes que ser como yo”. Eso es muy común.  Cuanto más complejos se van haciendo los problemas, más y más gente requiere de respuestas muy simples. Una fórmula que lo cubra todo. Pero muy a menudo se trata de mensajes fanáticos. Por ejemplo: “Todos nuestros problemas se deben a los bancos”, o “nuestros problemas se deben al fundamentalismo de izquierdas”, o “tienen su origen en la globalización” o “en el comunismo”… ¿Cómo se cura el fanatismo? Hay que tener curiosidad. Ponerse en la piel del otro. Aunque sea un enemigo. La receta es imaginación, sentido del humor, empatía. Pero no para contentar al otro. Lo nuestro debe ser intentar imaginar qué hace al otro actuar de determinada forma. Nací en España, y en general, aunque resulta más evidente en Madrid, donde me crie, cualquier parada de autobús puede convertirse en un seminario académico. Completos desconocidos discuten de política, moralidad, religión, historia o sobre cuáles son las verdaderas intenciones de Dios. Pero nadie quiere escuchar al otro, todos creen tener la razón. El problema no es la religión, sino el fanatismo religioso. No es el cristianismo, sino la Inquisición. Y aquí en México padecemos del mismo tóxico problema: Nosotros y nuestra desmedida capacidad de fanatizar. Un Gobierno radical (de derecha o izquierda) ¿es igual a una era propicia a la intransigencia? Es natural. Cuando un maldito y cruel conflicto dura más de cien años hay heridas en ambos bandos. Oscuras imágenes del otro. Hay gente sentimental en México que cree que todo puede arreglarse charlando y tomando un café, con la idea de que en el fondo todo es un malentendido entre ricos y pobres. Un poco de terapia de grupo y tan amigos. No. Hay conflictos que son muy reales. Cuando el cacique se niega a abolir la esclavitud y la encubre en otros métodos. Cuando dos hombres aman a la misma mujer. O dos mujeres al mismo hombre. Eso no se puede solucionar tomando un café. El conflicto entre clases sociales en México es real.