Padre amoroso, amigo sincero, catedrático y médico por convicción, ayer regresó al infinito Arquímedes Oramas Sáenz.
Fue, quizás, el último médico de la vieja guardia que no dependía tanto del laboratorio, de leer el resultado de un examen, sino del trato directo con el paciente. Él, como otros en el grato recuerdo, dejaron, en ese sentido, escuela en la medicina.
Fue integrante del primer jurado examinador en la Escuela de Medicina Humana de la Universidad Juárez de Tabasco, hoy UJAT, en la primera generación de estudiantes de dicha escuela (1959-1964), en la que dejó un legado permanente de amor a esa profesión y amor a la humanidad.
Mi familia es una de las tantas familias tabasqueñas que encontraron la mano hábil para la cirugía, y también abierta para el trato amable en la clínica y la vida cotidiana.
En su clínica —hoy un estacionamiento—, ahí en la calle Zaragoza, frente al parque Los Pajaritos, atendió el primero de los tres partos de Merry, la columna fuerte de los Macario López.
Fue ella quien la noche del sábado 23 me dio la noticia al través del comunicado de la familia Oramas Vargas: La familia Oramas Vargas, comunica con profundo dolor, el deceso de nuestro amado padre, el Dr. Arquímedes Oramas Sáenz.
Los recuerdos llegaron de inmediato. Era un asiduo visitante a Diario de Tabasco pues era de los grandes amigos de don Luis C. Márquez. Ahí le conocí conviviendo con los personajes que de la política nacional visitaban el periódico.
Las condolencias familiares, con nuestra gratitud, a sus hijos Arquímedes, José Luis, Patricia, Olga, Alejandro, Carlos y Norma.
El doctor Arquímedes Oramas Sáenz fue velado e inhumado en el Recinto Memorial, donde lo despedieron familiares y amigos.